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Padre Héctor Berenguela, ex párroco de porvenir 
El sacerdote que desafió a la iglesia

por Cherie Zalaquett Aquea
El Mercurio
6 de Marzo de 2004

http://diario.elmercurio.com/detalle/index.asp?id={dca5897b-95e0-4e21-a9b5-29a15b732ed3}

"Me cansé de tanto engaño y mentira", asegura Héctor Berenguela.
Por Cherie Zalaquett Aquea

Está empeñado en que la gente se acostumbre a él sin su cuello blanco y a que lo llamen simplemente Héctor. Y así se lo ha pedido a las pocas personas que han podido verlo desde el 20 de octubre pasado, cuando salió silenciosamente de la parroquia San Juan Bosco, de La Cisterna, dejando una carta en la que comunicaba su irrevocable decisión de renunciar al sacerdocio y a la congregación salesiana.

Ni los padres salesianos ni los fieles de la comunidad cristiana de la capilla Virgen del Pilar de La Cisterna ­que trabajaban con él muy cercanamente­ pudieron saber dónde estuvo retirado durante los cuatro meses siguientes, en los que cortó toda comunicación con quienes formaban parte de su antigua vida sacerdotal.

Hoy Héctor Berenguela, 61 años, está muy tranquilo, vive con su familia, trabaja en su antigua profesión de contador y, en su tiempo libre, se dedica a visitar enfermos orando por su sanación. Pero mientras habla, se percibe en él un dolor amargo y un profundo desengaño de la Iglesia Católica. "Siempre me gustó luchar por la verdad, arriesgarme por la verdad. Se dice que la Iglesia debe ser la transparencia de la verdad, aunque es santa y pecadora. Pero hay poca consecuencia con eso y uno ve que se miente por todos lados. Y si la Iglesia miente, traiciona la fe."

Mientras fue párroco de Porvenir, en 2001, le tocó enfrentar las acusaciones contra el padre Carlos Antonio Larraín Pérez-Cotapos, el primer sacerdote chileno procesado por abusos sexuales contra dos niñas de la zona. Berenguela apoyó a las familias de las víctimas e incluso declaró ante la jueza de Porvenir, pese a la férrea oposición del obispo de Magallanes, Tomás González, y del superior de la orden salesiana, Bernardo Bastres, quienes optaron por trasladarlo a Santiago.

"Sea quien sea que haga abuso de un niño, lo marca, le desestructura la vida, le cambia el patrón de ser que tenía. Pero eso es algo que no siempre se valoriza", dice hoy Berenguela.

Su "destinación fatal"

Su vocación afloró mientras era alumno de primaria de un colegio de la obra Don Orione, pero su madre, pese a ser muy devota del Sagrado Corazón, le pidió que no se hiciera cura para que no se alejara de la familia. Héctor Berenguela estudió pedagogía en Bellas Artes, más tarde se recibió de contador y ejerció como tal durante 20 años en diversas empresas. Sin embargo, relata,"no era lo que quería hacer. Y me di cuenta de que lo que estaba buscando era mi vocación por el ministerio sacerdotal". En 1986 resolvió ingresar a la vida religiosa. Intentó en los curas diocesanos, en los padres dominicos y, finalmente, en enero de 1987, entró a los salesianos, cuando ya tenía 42 años. Tras completar sus estudios de Teología y Filosofía en la Católica, en 1994 fue ordenado en Linares por el obispo Carlos Camus.

Su ministerio sacerdotal comenzó en Puerto Montt, luego lo destinaron a la parroquia Santo Domingo Sabio de la comuna de San Ramón ­donde le tocó organizar el Encuentro Continental de Jóvenes y la apertura del nuevo milenio­, hasta que en 2001 partió a lo que denomina "su destinación fatal": Porvenir.

"Atendía dos parroquias: San Francisco de Sales en Porvenir y Cerro Sombrero, ubicada a unos 130 kilómetros de la capital de Tierra del Fuego. Es un lugar muy inhóspito, pero disfruté mucho con la naturaleza salvaje, dueña de sí. Además, la gente es muy buena, se hace mucha vida de familia".

Berenguela recuerda que la primera persona que se atrevió a hablarle de los abusos sexuales por los cuales está acusado Larraín fue Carmen Castro, la madre de una menor que asegura que Larraín le habría realizado "tocaciones"mientras era rector del colegio María Auxiliadora. "Esa niñita, que en ese tiempo tenía 9 años y ahora tiene 12 ó 13, ya tiene problemas provocados por ese daño irreparable. Tanto así, que la sicóloga le dijo a la mamá que se esperaba que esto iba a venir, porque esa marca, grabada dentro de ella, estaba esperando su maduración. La madre sólo pedía justicia, porque el daño ya está hecho".

Después fueron a conversar con Berenguela otra mamá, acompañada de una mujer que había sido testigo ocular de las "tocaciones" que habría hecho Larraín. "Al principio yo estaba un poco escéptico. Me dijeron que habían conversado con otros párrocos anteriores y con el obispo González, y que no habían obtenido ningún resultado. Pero después llegaron otros dos papás, uno que es funcionario público y el otro militar, cuyos hijos ya estaban en la universidad, quienes me confirmaron que sus niños habían sufrido la misma experiencia de 'tocaciones' por parte de Larraín y nunca quisieron volver a acercarse a la Iglesia. Ambos padres me pidieron que no revelara sus nombres, porque tenían temor de las represalias que podía tomar la Iglesia".

Un día lo llamó la magistrada de Porvenir, Claudia Madsen. "Me preguntó qué sabía yo de lo que estaba pasando. Le dije que habían venido varias personas a conversar conmigo. Que yo le podía contar de tres de ellas, porque las otras dos me pidieron que no revelara sus nombres. La jueza me preguntó qué creía yo que había que hacer y le dije que la justicia tenía que ser implacable e igual para todos. No porque alguien sea sacerdote tiene que ser tratado con guantes blancos, si Dios nos mira y nos trata a todos por igual".

Cuenta que en la casa de la comunidad salesiana que él compartía con Larraín y un sacerdote español, la tensión era constante: "Cuando vino la señora Carmen, él me comentó 'supe que vino a hablar contigo esa mujer' y llamaba prostitutas a las madres de las víctimas. Entonces yo le contesté: '¿No cree que hay algo de verdad en todo esto?' y él me replicó: '¿Así es que usted no cree en mí?' No, le dije, porque no creo que toda la gente esté mintiendo y a ninguna de las personas que vinieron a hablar conmigo yo le permití hacerlo bajo secreto de confesión".

A partir de ese momento, el diálogo entre ambos se interrumpió pero, según Berenguela relata, tanto el obispo González como su superior en la orden apoyaban a Larraín. De hecho, continúa el ex sacerdote, intervino el superior salesiano, Bernardo Bastres, exigiéndole que guardara silencio y que se mantuviera al margen de las denuncias. "Obedecí, aunque tenía un grave problema de conciencia si callaba. El superior me recordó que la única voz autorizada en este tema era el vicario del obispado, padre Rimsky Rojas. Curiosamente, él después también se retiró de la congregación porque discrepó del obispo González y ahora es sacerdote de la Armada".

Pese a que Berenguela siguió participando en todas las reuniones mensuales de sacerdotes que se realizan en el obispado de Punta Arenas, dice que el obispo Tomás González nunca le tocó el tema directamente. "Sólo una vez lo trató por encima, recomendándonos tener mucho cuidado con estas cosas que dañan a la Iglesia y que no prestáramos oídos a esa gente cuyo único fin era sacar provecho económico".

Héctor Berenguela asegura que comenzaron a aislarlo. "Empezaron a excluirme de muchas cosas. Se me vigilaba y controlaba. Bernardo Bastres me telefoneaba para preguntarme de qué había hablado con tal o cual persona. Incluso se consiguieron la declaración que yo había realizado en el tribunal".

La situación empeoró el 25 de septiembre de 2001 cuando al sacerdote Larraín fue encargado reo. Al conocer el fallo, el obispo González habló fuerte y golpeado: "No aceptaremos esa sentencia desde el punto de vista de la justicia divina... No habrá sanción de la Iglesia, porque el padre Larraín no tiene ninguna culpa! ...".

No obstante, los padres y apoderados del colegio María Auxiliadora redactaron una carta, con 84 firmas, solicitando al obispo que Larraín fuera suspendido del establecimiento educacional. Según La prensa austral, de Punta Arenas, el obispo González culpó indirectamente a Berenguela de haber promovido la polémica carta dejando entrever que en su redacción había una mano sacerdotal. Lo responsabilizó de estar produciendo un ambiente de desunión en la comunidad y afirmó que "si hay alguien que está involucrado en esta desunión, mejor es que deje Porvenir".

Aunque Larraín debió pasar una noche en la cárcel, obtuvo su libertad bajo fianza y desde ese momento fue trasladado a un lugar no precisado de Santiago. Recién este año se supo que, pese a su encausamiento, lo destinaron como director de la Casa de Salud que la congregación salesiana tiene en la comuna de Macul. En esa misma fecha, septiembre de 2001, Berenguela viajó a Santiago a participar en el retiro espiritual anual de la orden salesiana en Lo Cañas. "El mismo día que llegué, Bernardo Bastres me pidió que después del retiro no regresara a Porvenir. No volví nunca. Incluso mis efectos personales me los mandaron. Pero yo quedé profundamente dolido por la forma en que me sacaron".

Un ministerio "miserable"

Cuenta que, pese a que en Santiago se sentía "sacado, relegado, extraditado", aceptó de buen grado la destinación en la parroquia San Juan Bosco de La Cisterna, donde el párroco le pidió que se hiciera cargo de la construcción de la nueva capilla, Virgen del Pilar. "Trabajé muy bien con esa comunidad, con los jóvenes y los adultos. Hicimos muchas actividades para reunir dinero y hacer caminar la capilla nueva que cobró mucha vida. Sentí que a ese último rincón donde me habían mandado, lo hice florecer, lo llené de amor, de trabajo y de esfuerzo".

Sin embargo, dice que con la llegada del nuevo párroco, Luis Flores, las cosas cambiaron. "Me dijo que en mi capilla no se podía hacer ni bautismos ni matrimonios y me puso toda clase cortapisas. Hubo quejas de la gente de la comunidad Virgen del Pilar porque a los matrimonios que estaban autorizados para celebrarse en mi capilla, se les revocaba el permiso. La capilla quedó sin vida sacramental".

Saturado de ese ambiente de conflictos, Berenguela decidió intensificar sus visitas a los enfermos. "Iba a ver hasta 15 ó 20 por día. Y la radio Palabra de La Cisterna me invitó a hacer un programa de sanación. Mientras tuve el programa, entre marzo y septiembre de 2003, cada día aumentaba la gente que pedía que se hiciera oración de sanación por ellos. Algunos se sanaban, y a los otros, que sufren enfermedades largas y muy críticas, había que acompañarlos. Eso hizo que de verdad yo me sintiera muy comprometido. Pero poco me duró, el superior Bastres fue a hablar conmigo y me prohibió seguir con la radio".

¿Por qué le criticaban las sanaciones, acaso la gente empezó a creer que usted hacía milagros?

Me critican porque de repente hay gente que se sana. La mentalidad es muy estrecha. Yo pienso que cuando voy a ver un enfermo con verdadera fe y le entrego todo lo que tenga que darle, si se sana, bendito sea Dios. Y son muchos los casos de gente que se alivia y se sana física y espiritualmente.

¿Por qué tomó, finalmente, la decisión de renunciar al sacerdocio?

Fueron tantas cosas. El problema de Porvenir se arrastró hasta Santiago. Me sentí muy presionado. Pedí hablar con un sicólogo de la orden para que me guiara, pero me di cuenta de que me estaba manipulando. Ya en Porvenir le había manifestado a Bernardo Bastres que, si me creaban muchos problemas, me iba a ir de la congregación. Quiero mucho mi vocación sacerdotal, pero vivir un ministerio así, tan miserablemente, no vale la pena. Qué podía hacer, me iban cerrando el cerco.

¿Por qué no trató de permanecer en la Iglesia fuera de los salesianos?

Seguir hubiera sido más de lo mismo. Me cansé de tanto engaño y mentira. La comunidad Virgen del Pilar le envió una carta al arzobispo Errázuriz, al obispo salesiano Ricardo Ezzati, al vicario Cristián Precht y a Bernardo Bastres. Más de 500 personas firmaron. Nunca hubo una respuesta, ni siquiera la dieron por recibida y hay constancia de que fueron recibidas.

Berenguela añade que se siente decepcionado de la falta de transparencia de la Iglesia en el operar cotidiano. "Cuando me fui, no me despedí de nadie porque hubiera provocado mucha efervescencia. Y la comunidad igual reaccionó fuerte, porque cuando preguntaban por mí, les decían puras mentiras. Que yo estaba enfermo y que un padre salesiano me estaba cuidando; que estaba en reposo porque tenía problemas sicológicos, inventaron cualquier cantidad de cosas. Hasta que un día, durante la misa, le dijeron al párroco que era un mentiroso".

¿Por qué cree usted que el obispo Tomás González defiende a Larraín?

No sé, no tengo idea. Dice que se conocen desde niños, que estudiaron juntos. Me preguntaba también por qué defendió tanto a Víctor Hugo Carrera, y lo ocultaba en vez de presentarlo a la justicia.

El sacerdote Carrera se entregó voluntariamente hace unos días...

Bueno, yo ni siquiera lo conocí. Se preveía que tenía que ocurrir, porque no podía estar permanentemente escapando. Pero él mismo dijo a la prensa que no se había entregado antes por recomendaciones del obispo. Así que es otra la culpa. Tampoco creo que esa comunidad de sacerdotes que estaba en la parroquia El Alto de la Paz, en Bolivia, no supiera la situación de Carrera.

El ex sacerdote Héctor Berenguela ya no va a misa y ni siquiera se siente católico. "Eso no significa que me haya ido a los evangélicos ni a los mormones. Lo importante es mi fe en Dios y me comunico con Él en la mañana, en la tarde y hago oración. Vivo mi fe como tengo que vivirla, en profundidad. Voy a seguir sirviendo a mis hermanos de la mejor manera posible y entregando lo mejor que tengo de mí, porque soy capaz de amar, de sevir y de estar cerca de Dios".

PSU@ElMercurio.com Ediciones Especiales


 
 

 

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 




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