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  'Y Líbranos Del Mal...'

By Pilar Marrero
La Opinion
August 19, 2007

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California — Una cálida tarde de julio, un centenar de empleados, maestros y voluntarios de la Iglesia Católica se reunieron en un amplio salón de la iglesia St. Linus, en Norwalk, para recibir un tipo de instrucción que, hace unos años, habría sido impensable.

Frente a ellos, Joseph Edwards, maestro de una escuela católica de la Arquidiócesis de Los Ángeles, explica que, para iniciar la sesión, verían un video y luego discutirían su contenido.

"Puede que sea un poquito inquietante", dijo Edwards a los alumnos. "Quizá les despierte sentimientos y ansiedades. Siéntanse libres de salir a tomar aire si es así, pero regresen, por favor".

El grupo estaba a punto de recibir un entrenamiento —ahora estándar— que ofrece la Arquidiócesis de Los Ángeles a todos sus empleados, maestros, sacerdotes y voluntarios.

El título dado por la Arquidiócesis al programa de entrenamiento: "La hora de proteger a los hijos de Dios".

La temática: cómo prevenir el abuso sexual contra los niños en las escuelas, parroquias y vecindarios.

Moral. Joseph Edwards (izq.) imparte una clase a empleados de la Arquidiocesis de LA en la iglesia St. Linus, de Norwalk.
Photo by Jeff Grace

El video muestra testimonios de niños y jóvenes víctimas de abuso, de por lo menos dos abusadores confesos —ninguno de los cuales es sacerdote— y de expertos en el tema.

En la pantalla, una joven describe cómo su maestra de séptimo grado la tocaba de manera poco apropiada y luego la amenazaba diciéndole: "No digas mentiras sobre mí". Aterrorizada, la niña había callado por mucho tiempo.

Un muchacho, ahora un joven adulto, relata cómo quiso suicidarse muchas veces, luego de ser víctima de abuso. "El dolor era insoportable", dice.

Durante las próximas tres horas, mientras anochece, Edwards habla y pide comentarios del grupo, la mayoría de los cuales son voluntarios en sus iglesias o empleados de la Arquidiócesis.

Les habla de los mitos que existen sobre el abuso: los abusadores no son personas extrañas. La mayoría son conocidas del niño y su familia. La homosexualidad y el celibato no tienen nada que ver: la mayoría de los abusadores son heterosexuales y muchos son casados y personas que no están en el clero.

Buena parte de la sesión se dedica a ilustrar sobre las señales que indican algo raro en la relación entre un adulto y un niño: siempre se le ve cerca de ellos, haciendo contacto físico, ofreciendo regalos.

"Ustedes tienen que mantener los ojos abiertos a estas señales y mantener una comunicación abierta con los niños", dice Edwards.

Durante una sesión de ejercicios, en la que se les pide a los presentes discutir en grupo las preguntas de un cuaderno que se les entrega al entrar al curso, una voluntaria sentada en la misma mesa que la reportera que asiste al entrenamiento comenta: "Lo más triste es que uno deja a sus niños al cuidado de personas con las que piensas que deben estar protegidos... y no es así".

Los demás asienten en silencio.

El curso no es opcional. Desde 2002, cuando la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos lo hizo obligatorio, todas las diócesis del país tienen que ofrecer este tipo de entrenamiento a las personas que trabajan o entran en contacto con menores de edad.

En ese mismo año, la conferencia estableció el Estatuto para la Protección de Niños y Jóvenes, una especie de reglamento que indica cómo debe comportarse la Iglesia frente al tema del abuso sexual.

Fue precisamente en 2002 cuando tuvo lugar la crisis de las acusaciones de abuso sexual infantil contra sacerdotes.

Ese año se había revelado el escándalo del cardenal Bernard Law, de Boston, quien terminó por renunciar en diciembre, tras revelarse que, como política, se dedicaba a encubrir a sacerdotes acusados de abuso sexual, cambiándolos de parroquia en parroquia.

Acusaciones similares surgieron contra otros líderes de arquidiócesis del país, incluyendo el cardenal de Los Ángeles, Roger Mahony.

El día del entrenamiento en St. Linus, uno de los muchos que realiza anualmente la Arquidiócesis de Los Ángeles (más de 50 mil personas han pasado por el entrenamiento, según cifras oficiales), hacía apenas unos días que el cardenal había anunciado el más grande pago por acuerdo extrajudicial en la historia de la Iglesia: 660 millones de dólares, pagaderos a más de 500 víctimas de abuso sexual.

La mayoría de los acusados en las cientos de demandas eran sacerdotes, y las acusaciones más antiguas databan de la década del 40 del siglo pasado.

En una entrevista reciente con La Opinión, monseñor Michael Mayers, vicario asociado del clero de la Arquidiócesis angelina, dijo que, "ciertamente, el escándalo nos abrió los ojos".

"Desafortunadamente, antes no teníamos un programa organizado para educar a nuestra gente sobre cómo identificar el abuso", dijo Myers.

El obispo indicó, sin embargo, que el cardenal Mahony, quien vino a Los Ángeles como arzobispo en 1985, "ha venido actuando y estableciendo políticas desde que llegó".

No obstante, antes de 2002, cuando la prensa reveló la inacción de la Iglesia ante los casos de abuso, no se hablaba tan abiertamente de la existencia del problema dentro de las filas del clero.

"La idea entonces es que la mejor forma de lidiar con eso era ofreciendo consejería sicológica", dijo el obispo. "El cardenal trató de hacer lo mejor posible en buena fe para dar a los acusados la mejor atención sicológica. Los medios de comunicación no le dan crédito por eso".

También en 2002, se estableció en la Arquidiócesis la política de "cero tolerancia", mediante la cual sería imposible seguir transfiriendo de parroquia en parroquia a un sacerdote acusado de abuso. El caso debía ser reportado a las autoridades e investigado y el abusador retirado del ministerio.

"Hemos entrenado a 350 mil niños con programas de entrada a la escuela y a más de 50 mil sacerdotes, maestros y voluntarios en estos talleres de prevención", dijo Carolina Guevara, portavoz de la Arquidiócesis de Los Ángeles. "Nuestros programas son continuos. Una persona no sólo recibe entrenamiento una vez, cada cuatro años deben ser recertificados".

Aparte de los talleres de educación, otras cosas han cambiado en la Iglesia en los últimos años: ahora se revisan los antecedentes penales de todos los que tienen contacto con niños, incluyendo los sacerdotes, agregó Guevara.

Pero no todo el mundo piensa que lo que se hace es suficiente. Lee Bashforth, portavoz de SNAP (Red de Sobrevivientes de las Víctimas de Abuso por el Clero), indicó que se trata de un "esfuerzo concertado para decir las cosas que los medios de comunicación quieren oír".

"Ellos no hicieron esto por sí mismos. Argumentan que arreglaron el problema, pero no lo han hecho realmente", señaló Bashforth. "Sabemos que aún no han revelado toda la información sobre los abusadores. Y, además, no han removido el problema principal, que es el de quiénes protegieron a los abusadores".

Mañana: el estricto proceso de selección de sacerdotes y el trabajo de una monja especializada en atención a las víctimas.

Contact: pilar.marrero@laopinion.com

 
 

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