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Como Proteger a Un Criminal

By Jorge Ramos Avalos
LA Prensa Grafica
February 10, 2013

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[Peter Garcia - Los Angeles archdiocese]

Esta es la historia de cómo la Iglesia católica en Los Ángeles protegió a varios sacerdotes criminales durante años y, lejos de denunciarlos a la policía, hizo todo lo posible para evitar que las autoridades se enteraran de los abusos sexuales que cometieron con menores de edad.

Monseñor Peter García era un criminal. Documentos internos de la Iglesia han revelado que el sacerdote abusó sexualmente de una veintena de niños y adolescentes entre 1966 y 1984. Los documentos también muestran que su superior, Roger Mahony, el exarzobispo de Los Ángeles, sabía de los abusos, pero nunca reportó los crímenes de García a la policía. Nunca. Y ya es muy tarde para hacer algo al respecto. García murió en 2009.

Esta es la historia de cómo la Iglesia católica en Los Ángeles protegió a varios sacerdotes criminales durante años y, lejos de denunciarlos a la policía, hizo todo lo posible para evitar que las autoridades se enteraran de los abusos sexuales que cometieron con menores de edad. Así es como la arquidiócesis de Los Ángeles tomó partido con los criminales y no con sus víctimas.

En el caso de García, los documentos –publicados originalmente por el diario Los Angeles Times y la agencia de noticias The Associated Press– muestran cómo Mahony, el entonces arzobispo, envió al sacerdote a un tratamiento psicológico para pedófilos en Nuevo México y luego le prohibió regresar a California. Y no lo hizo para proteger a los niños de su parroquia sino para evitar una serie de demandas.

“Creo que si monseñor García reapareciera aquí en la arquidiócesis bien podríamos enfrentar algún tipo de acción legal en los sectores criminal y civil”, escribió Mahony en 1986 al director del centro de rehabilitación en Nuevo México.

Los documentos indican que García reconoció a las autoridades de la Iglesia el haber abusado de niños y adolescentes. Y no solo eso. Confesó, también, que no temía una acción legal en su contra porque muchos de esos menores de edad eran indocumentados o provenían de familias de inmigrantes (y no se atreverían a denunciarlo a la policía por temor a ser deportados).

En 1987, monseñor Thomas Curry, asesor de la arquidiócesis en casos de abuso sexual, coincidió con Mahony sobre los problemas que la Iglesia enfrentaría si las víctimas de García o sus familiares vieran al sacerdote de nuevo. Según una carta dirigida a Mahony sobre la reubicación de García, Curry escribió: “Según el doctor (nombre censurado), hay numerosos –quizá veinte– adolescentes y adultos jóvenes con los que Peter estuvo involucrado en un delito grave en primer grado. La posibilidad de que sea visto por uno de ellos es simplemente demasiado grande”.

Traducción: Aquí tenemos a dos de los principales líderes de la Iglesia católica en Los Ángeles conspirando para encubrir a un criminal en lugar de preocuparse por esos 20 menores de edad que fueron violados y abusados sexualmente. García regresó a California en 1987 y dejó el sacerdocio en 1989. Si alguna de sus víctimas lo vio, no lo reportó a la policía. Murió 20 años después, sin haber pasado un solo día en la cárcel. Los dos protectores de este criminal tampoco han sufrido ninguna consecuencia legal por su encubrimiento. Mahony se retiró en 2011. Curry dejó Los Ángeles y ahora trabaja como obispo auxiliar en la arquidiócesis de Santa Bárbara. Se retiró en enero.

La Iglesia católica luchó por años para evitar que estos documentos se dieran a conocer. Pero perdió la batalla legal. Mahony, luego de su publicación, dijo en un comunicado: “Tengo una tarjeta de 3x5 de cada una de las víctimas con las cuales me reuní en el altar de mi pequeña capilla. Oro por ellos todos los días”.

Qué bonito. Pero rezar, en este caso, no ayuda a nadie. Solo tranquiliza falsamente la conciencia del clérigo. Mahony, hay que reconocerlo, ha sido un gran defensor de los inmigrantes indocumentados.

Por eso extraña tanto que haya tenido conocimiento durante años de estos abusos sexuales a niños indocumentados y que no hubiera hecho nada al respecto. Sus oraciones más de 20 años después de los abusos no sirven para nada: No promueven la justicia, no ayudan económica ni psicológicamente a los individuos abusados y, francamente, suenan a palabras huecas.

Si Mahony de verdad se hubiera preocupado por esos niños, debió haber denunciado a la policía a García, en lugar de encubrirlo.

La verdadera tragedia es que el caso de monseñor García no es aislado. Los documentos muestran muchos casos similares y un patrón de encubrimiento por parte de la Iglesia católica.

Las leyes y el deseo de transparencia en Estados Unidos nos han permitido enterarnos de abusos como los cometidos por el padre García.

Pero en países de América Latina, por ejemplo, este tipo de denuncia rara vez sale a la luz. García debió pasar los últimos años de su vida en la cárcel y sus encubridores –Mahony y Curry– sufrir las consecuencias de la ley. Pero no pasó nada. Sus víctimas han tenido que salir adelante sin ningún tipo de disculpa pública o compensación económica.

No. Lo siento mucho, pero rezar, en estos casos, no es suficiente.




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