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La carta de disculpa del Papa

By Dalila Carreño
am
January 18, 2015

http://www.am.com.mx/leon/mexico/la-carta-de-disculpa-del-papa-174110.html


[The letter of apology from Pope]

Cuando Jesús Romero Colín abrió el sobre, sus manos temblaban y el corazón le latía rápidamente. Sentado en una banca sobre Avenida de los Insurgentes, al sur de la Ciudad de México, comenzó a leer la carta que le envió el Papa Francisco. Era la respuesta a una misiva que el mexicano le escribió tres semanas antes.

“Sr. Jesús Romero Colín: Tengo recibida su carta. Con dolor, vergüenza, la releí y también con los mismos sentimientos la respondo. Perdón en nombre de la Iglesia, así con sencillez se lo pido. No me sale otra palabra. Rezo por Usted y por todos los que pasaron por ese martirio. Quiero estar cercano. En Usted, y en los que han sufrido lo mismo, veo la cara de Cristo ultrajada. Estoy a su lado y, por favor, le pido que rece por mí. Que Jesús lo bendiga y la Virgen Santa lo cuide. Fraternalmente, Francisco”.

Estas 95 palabras fueron escritas de puño y letra de Jorge Mario Bergoglio, con un plumín azul sobre una tarjeta de papel opalina color blanco de 15.5 por 11 centímetros, en la que el sello del Estado de la Ciudad del Vaticano luce impreso en azul marino en la esquina superior izquierda.

La tarjeta está fechada en el Vaticano, el 19 de julio de 2013.

Jesús guardó la carta más de un año, antes de decidirse a compartirla con la esperanza de que su difusión pueda servir para que la denuncia en contra del sacerdote pederasta que abusó de él, Carlos López Valdés, interpuesta en la Fiscalía Especializada contra Delitos Sexuales de la PGJDF, siga su curso.

La carta del Papa venía en un sobre blanco con el nombre completo y la dirección de Romero Colín también escritos con la letra del Papa Francisco, quien redactó la misiva tres meses después de haberse convertido en el primer Pontífice del continente americano.

Estaba acompañada de una postal de la Pascua 2013 en la que se reproduce el cuadro La Resurrección de Jesucristo, del pintor renacentista Francesco Vecellio, una obra del siglo XVI que muestra a Cristo resucitado rodeado de ángeles. La tarjeta reproduce también una frase del Evangelio según San Lucas, que dice: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado”.

Ésa era la respuesta del Santo Padre a una de las víctimas de la pederastia clerical en México; acaso, un botón de muestra de la nueva actitud del Vaticano anunciada desde el inicio mismo del Pontificado de Francisco, el Papa que ha dicho que no tolerará los abusos sexuales ni el encubrimiento de pederastas desde altas esferas de la Curia romana.

***

En junio de 2013, cuando Bergoglio tenía tres meses en el Vaticano, Jesús Romero Colín envió una misiva de tres cuartillas y mil 864 palabras al Papa. En ella le contó los abusos sexuales cometidos en su contra y el desprecio de la Iglesia mexicana hacia su caso.

“Sé que mi historia es sólo una de tantas, que tal vez no sea la más dolorosa, ni la más digna de llamar la atención, pero sé que comparto algo en común con los que hemos pasado por lo mismo: es el tratar de sobrevivir con una vida destrozada en casi todos los aspectos”.

A sus 11 años, cuando era monaguillo, Jesús fue víctima de abuso sexual por parte del sacerdote Carlos López Valdés. Las violaciones ocurrieron entre 1994 y 1999 en la casa que el cura tenía en Cuernavaca y en la Parroquia de San Agustín de las Cuevas, en Tlalpan, de donde era párroco.

Sin entrar en muchos detalles, Jesús narra a Bergoglio los abusos que padeció y describe sus sentimientos ante ellos.

“Pasó poco tiempo para que el sacerdote Carlos López Valdés aprovechara su posición para abusar de mí, sexual, física, espiritual y psicológicamente. El terreno fue fértil en mi contra y los abusos continuaron durante 5 años. Podría tratar de explicar todas las causas por las cuales permití que continuaran, pero en dos hojas me es imposible, sólo mencionaré algunas palabras que lo pueden definir: miedo, culpa, confusión, misión, deuda, dolor, pérdida y estar fuera de sí mismo”.

El sueño de Jesús era ser sacerdote. Sus expectativas eran muy altas. Le emocionaba la idea de estar cerca de Dios por la fe que sentía, y de formar parte de la Iglesia Católica, en la que confiaba. Quería ser como el padre Carlos.

“Crecí en una familia muy apegada a la Iglesia, acudía con mi madre todos los domingos a misa, yo quería ser sacerdote, esa fue una de las razones principales por las cuales a la edad de 10 años decidí ser acólito. Fue en la Parroquia de San Agustín de las Cuevas donde conocí al párroco Carlos López Valdés, el cual se acercó a mi familia para brindarnos su apoyo y ser mi guía en el camino al sacerdocio, entablamos una buena amistad; todos en mi familia, incluyéndome, lo admirábamos y nos sentíamos privilegiados al tenerlo cerca. Al transcurrir el tiempo él se ofreció para hacerse cargo completamente de mis estudios, de ser mi guía espiritual y de mi manutención con la condición de que yo viviera en la iglesia para ayudarle a las labores que ésta demandaba, para ese entonces yo lo consideraba como mi padre. Todos en mi familia aceptaron con gran orgullo, pensaban, al igual que yo, que estaría en un lugar privilegiado, en la casa de Dios y bajo la tutela de un hombre de Dios”.

Pero los abusos sexuales en su contra comenzaron: el sacerdote empezó a tomarle fotos desnudo cuando dormía o mientras nadaba en la alberca que el padre tenía en su casa de Cuernavaca. Fue en ese sitio donde iniciaron los manoseos. Y en la casa parroquial se consumaron los abusos sexuales. Hechos que, como le contó en su carta al Papa, le fueron quitando poco a poco las ganas de vivir.

“Pasó el tiempo y mi vida se fue deteriorando tanto espiritual como físicamente, a la edad de 15 años consumía a diario drogas y alcohol para anestesiar el dolor de lo vivido y el silencio, me separé completamente de mi familia, intenté en dos ocasiones suicidarme, estuve totalmente perdido durante 4 años. A los 19 años me convertí en un problema para el sacerdote, ya que mis actitudes eran hostiles hacia él y los problemas que tenía con las drogas llegaban a la vista de los feligreses de la parroquia en la que vivíamos, él busco recluirme en casas de rehabilitación para drogadictos, después de visitar varias logré ir a terapia psicológica, esto fue un gran apoyo para mí, pude colocar algunas cosas en su lugar y obtener el valor necesario para intentar cambiar mi vida. Así fue como a la edad de 24 años decidí denunciar a este sacerdote, no sólo por lo que me había hecho a mí, sino porque me di cuenta de que abusaba de más acólitos, sumado a que no soporté ver cómo los demás sacerdotes y el obispo Jonás Guerrero Corona (entonces obispo auxiliar de México) estaban enterados de sus delitos y no actuaban al respecto. Con los pies más colocados en la tierra me di cuenta que mi silencio me hacía cómplice de que esto continuara sucediendo a más niños, no pude soportar ver reflejado mi pasado en ellos, y fue más duro ver su futuro reflejado en lo que yo era. Así que levanté mi voz en contra de ese delincuente”.

Jesús denunció al párroco ante la Fiscalía de Delitos Sexuales de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal en 2007.

Cuando su caso se hizo público, el Tribunal Eclesiástico Interdiocesano de México inició una investigación y generó un expediente que incluía varios testimonios de sacerdotes y víctimas confirmando la pederastia del sacerdote; y un documento firmado por el propio párroco admitiendo sus delitos.

La historia se narra en el documental Agnus Dei, Cordero de Dios (2011), de la cineasta Alejandra Sánchez, en el que se muestran fotos de López Valdés en las que aparece en escenas de explícito contenido sexual, tanto con Jesús, como con otros jóvenes.

En su carta al Papa, Jesús deja claro las dificultades por las que atraviesa una víctima de pederastia para atreverse a denunciar.

“Sabía que, al denunciar, me enfrentaría a cosas muy difíciles, pero tenía la esperanza de que la verdad triunfara, desgraciadamente me di cuenta de que en la vida a veces no es así. Desde un inicio se hizo evidente la comunicación de la iglesia mexicana con las autoridades judiciales, el mismo día y a la misma hora que acudí a la fiscalía a presentar mi denuncia formal, un sacerdote, enviado por el obispo Jonás Guerrero, estaba en mi casa, hablando con mis padres para que me pidieran que desistiera de la denuncia. Durante tres meses después de poner la denuncia varios sacerdotes acudían a mi casa, intentando hablar conmigo, yo nunca los recibí, ya que desde un principio dejaron en claro lo que querían, incluso en varias ocasiones ofrecieron dinero a mis padres con tal de que yo desistiera de la denuncia. Así pues, las autoridades judiciales en conjunto con las eclesiásticas de mi País protegieron de cierta manera a este delincuente para que siga libre y, por si fuera poco, oficiando misa en varios sitios de la República a pesar de no contar con licencia”.

* * *

Jesús Romero Colín cumple 32 años el próximo martes. Su vida en los últimos ocho años, desde que decidió salir del silencio, ha transcurrido entre el miedo y la decepción, el coraje y la denuncia.

En 2012 trató de exponer su caso ante el Papa Benedicto XVI, junto con otras víctimas que intentaron infructuosamente reunirse con él durante su viaje a México. Un año después, cansado de la nula actuación de las autoridades judiciales del DF -que determinaron el no ejercicio de la acción penal- y del poco apoyo de la Iglesia en su denuncia contra el párroco, decidió escribirle directamente al nuevo Papa, que llegaba a Roma con un nuevo discurso, nuevas formas y la promesa de castigar los abusos cometidos desde la Iglesia, a los perpetradores y a sus encubridores. Envió su carta a Francisco a través de un contacto en Argentina y, para su sorpresa, el Sumo Pontífice la leyó. En la misiva, le narra su dolor, su decepción y su impotencia ante el desdén de la jerarquía católica.

“Justo cuando uno va abriendo la vista a lo que te ofrece el mundo te encuentras con esto, un mundo hostil, hipócrita, perverso, donde no hay posibilidades positivas, donde sólo eres un cuerpo, un objeto, ese es el mundo que me presentó Carlos López. ¿Cómo salir de ahí cuando no tienes posibilidades ni siquiera de hacerte cargo de ti mismo? No pude, sólo tome la salida que tenía a mi alcance, la anestesia para poder soportar el dolor, el silencio y la culpa, comencé a tomar alcohol y drogas, tal vez eso me permitió aguantar por un tiempo, aunque a la vez me destruían poco a poco, no solo físicamente sino espiritualmente y en mi camino a seguir.

La culpa que uno carga es muy profunda, por lo mismo atraviesa todos los ámbitos de la vida, se dispersa en todas las actividades que uno realiza o deja de hacer, yo me sentía culpable por drogarme, por ir mal en la escuela, por no convivir con la familia, por tener problemas con los demás, por no poder cumplir lo que un día anhelé, por fracasar en mi misión, por creer que el abuso fue por mi culpa. A veces uno trata de razonar, de separarse de la culpa, pero en ocasiones vuelve con tal fuerza que se convierte en una tarea casi imposible.

El abuso tiene forma de espiral, a veces piensas que lo has superado, que no ya afecta tu presente y en ocasiones por tan sólo un aroma, una imagen o una palabra regresa de golpe y pareciera que vuelves al inicio, todo se nubla y pierdes la capacidad de ver un futuro prometedor, regresa el miedo y la inseguridad, te sientes indigno como si fueras nuevamente un objeto”.

El texto leído por el Papa también menciona el intento fallido del mexicano por acercarse al cardenal Norberto Rivera para solicitarle que el expediente del Tribunal Eclesiástico se presentara como prueba ante la Procuraduría del DF.

“La iglesia me descalificó, tachándome de mentiroso y extorsionador. Cabe mencionar que en mi examen psicológico aplicado por las autoridades correspondientes dio positivo el diagnóstico de víctima de abuso sexual, además de que yo presenté pruebas irrefutables sobre las conductas delictivas de este sacerdote. El sacerdote siguió libre y oficiando misa, incluso a tan sólo dos calles de mi hogar; me pareció un descaro, así que me animé a denunciarlo en el Tribunal Eclesiástico de la Ciudad de México. En ese lugar me encontré con un expediente del sacerdote en cuestión, que incluía varios testimonios de sacerdotes y víctimas confirmando su pederastia, inclusive cuenta con un documento firmado por el propio Carlos López Valdés admitiendo sus delitos, el expediente contaba con no menos de 5 años de antigüedad.

Por la gran aportación de pruebas que contiene este expediente le pedí en varias ocasiones al Juez del Tribunal Eclesiástico, el sacerdote Alberto Pacheco, que lo presentara a las autoridades judiciales como prueba, cuestión que me fue negada, de la misma manera solicité que varios sacerdotes incluyendo al obispo Jonás Guerrero se presentasen como testigos, pero de igual manera se negaron a cooperar. Por estas negativas decidí acudir al cardenal Norberto Rivera para que autorizara presentar el expediente a las autoridades judiciales, pero a pesar de solicitar audiencias en varias ocasiones, nunca me quiso recibir, argumentando que este asunto no le competía a él”.

* * *

El 26 de julio de 2013,  el consejero de la Nunciatura Apostólica en México, monseñor Dagoberto Campos Salas, notificó a Jesús que había recibido una carta del Papa. Y, al día siguiente, corrió a recogerla.

-Todo fue muy simbólico. Me sentía muy emocionado, tenía grandes expectativas y esperanzas. Me pasaron a la casa y en una sala me dijo que era una cuestión muy especial, que en México no había ocurrido, que el Papa me había escrito una carta con calidad de confidencial. Me recibió Monseñor Dagoberto -narra Jesús, en entrevista con Revista R.

-Fue muy amable, él me dijo que era un hecho histórico, sobre todo porque había sido escrita a puño y letra por el Santo Padre -añade.

Jesús recibió la misiva en la Nunciatura, ubicada en la calle Juan Pablo II, el nombre del Papa que, paradójicamente, ha sido señalado como uno de los principales encubridores de pederastas que actuaron en México, como Marcial Maciel.

Jesús ya conocía ese sitio. Junto con otras víctimas de abuso sexual cometidas por sacerdotes, el 16 de marzo de 2012 visitó la Nunciatura para dejar una carta en la que solicitaban reunirse con el entonces Papa Benedicto XVI, en la visita que éste haría a Guanajuato siete días después.

Esa misiva era para el Nuncio Apostólico en México, Cristophe Pierre, pero la recibió el policía del lugar y no tuvieron respuesta oficial. A pesar de eso, Romero Colín viajó a Guanajuato el 23 de marzo, día que Benedicto llegó, para participar en un foro sobre pederastia. Pero las víctimas fueron ignoradas en esa visita papal.

* * *

Cuando Jesús Romero recibió el sobre blanco con su nombre y dirección, sintió que ese hecho le daba valor a todos los intentos emprendidos para que su caso no quede impune.

-Sobre todo porque ahí, inconscientemente, puse en la balanza todo eso, y cómo en diferentes ocasiones traté de tocar algunas puertas dentro de la Iglesia mexicana y no me las abrieron, como que había valido la pena la lucha -explica.

Sin embargo, cuando terminó de leer la carta, lo que sintió fue contradictorio, una especie de desasosiego.

-Esperaba algo más en pro de mi caso y, a la vez, de varios casos que andan por ahí atorados. La sensación fue complicada, esperaba un poco más, pero también lo conseguido era bueno. Me quedé con esa duda, de: “¿y qué hago ahora con esto?”. Igual y yo quería algo más contundente, pero no sé, quizá él tampoco se puede comprometer directamente.

Al concluir la lectura de la carta se fue a su casa, la mostró a su mamá y a sus hermanos, quienes se sentían orgullosos de que el Papa Francisco lo hubiera escuchado; sin embargo, también se quedaron con la duda: ¿y luego?

Tras meses de reflexión, Romero volvió a tocar las puertas de la Nunciatura Apostólica en México para ver de qué manera la carta que le escribió el Papa Francisco pudiera servir para que su caso no quede impune.

De nueva cuenta, monseñor Dagoberto lo recibió, pero cuando supo la razón del intercambio de misivas entre él y el Papa, la amabilidad mostrada en un principio se convirtió en agresividad.

El consejero de la Nunciatura se puso a la defensiva. Trató de minimizar su petición y, al final de la charla, le dijo que recordara que quien había sufrido más en toda la vida había sido Jesús en la cruz.

-Uno entiende que si voy a la Iglesia con una carta que dice que el Papa está de mi lado, que me acompaña, supongo que la cooperación debe ser diferente y no negarse. Mi labor era hacer un intento de acercamiento otra vez, y esperar una respuesta. Demostró poco interés y esto es exponerle un dolor a alguien que no tiene la mínima sensibilidad para actuar porque este tipo sigue libre y es un hombre que puede seguir haciendo lo mismo -lamenta.

Dagoberto Campos le pidió que le comentara todo su caso por escrito, pero Jesús se sentía muy decepcionado. Acordaron que le entregaría un escrito el 1 de julio del año pasado. Y, para su sorpresa, ese mismo día llegó a su hogar un documento de la PGJDF que determinaba el no ejercicio de la acción penal en contra del sacerdote pederasta.

-Me sonó mucho a la primera vez que fui a declarar a la Fiscalía y en mi casa estaba un sacerdote tratando de convencer a mi familia que no declarara. Dije: “no tiene caso acercarme a ellos si me van a estar boicoteando el proceso legal”. Por ahí dicen que las coincidencias no existen -comenta.

Al final no escribió a la Nunciatura.

-Ya me quedó claro que ahí no hay apoyo, quiero intentar acercarme a Norberto para ver si puede tener un cambio de actitud; lo veo complicado, pero hay que intentarlo. Y le escribiré otra carta al Papa para decirle que su acompañamiento en México no se nota -añade Jesús.

 




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