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José Andrés Murillo, el final de su catarsis

By Tamy Palma
La Tercera
October 2, 2018

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18 de Marzo de 2015/SANTIAGO Entrevista de La Tercera José Andrés Murillo denunciante en el caso Karadima.
Photo by VICTOR PEREZ

[José Andrés Murillo talks about the catharsis of Karadima's expulsion]

“Errázuriz y Ezzati fueron cómplices y por eso amerita que les den la sanción más enérgica”, dice el director de la Fundación para la Confianza.

Cuando José Andrés Murillo (43) supo que el Papa Francisco decidió expulsar del sacerdocio al ex párroco titular de la parroquia El Bosque, Fernando Karadima, estaba en Providencia, en la casa que aloja la Fundación para la Confianza, la misma que fundó junto a Juan Carlos Cruz y James Hamilton en 2010, y que nació, precisamente, a raíz de la denuncia que oficializaron en 2004 ante las autoridades eclesiásticas contra Karadima.

La noticia le llegó por WhatsApp. Juan Carlos Cruz fue el encargado de hacerle saber la decisión del Papa que por varios minutos lo dejó pasmado. “Enmudecí, fue impactante”, dice.

Además del mensaje que transmite la decisión del Papa, ¿qué significado tiene para ti lo ocurrido con Karadima?
Para mí significa que se acabó la pelea, y que ahora hay que enfrentar a lo que hizo posible que Karadima abusara, sometiera y manipulara durante tanto tiempo. Sobre todo después de que le dije lo que ocurría a Errázuriz y a Ezzati, estos se quedaron en sus escritorios sin mover un dedo. Ellos fueron cómplices de todo esto y amerita que les den la sanción más enérgica, porque sin ellos gente como Karadima no tendría el poder que tienen.

Después de Karadima, ¿son ellos a los que hay que ir a buscar?
Claro. Es la única manera de poder acabar con esto.

El caso Karadima pasó de ser una causa personal, llevada por Juan Carlos Cruz, James Hamilton y tú, a una causa nacional que movilizó y retumbó fuerte en los temas de Iglesia en el país. ¿Qué viene ahora para ustedes?
¿Lo que viene? No tengo idea. Ahora lo que queremos acabar con el abuso sexual en el mundo entero.

Socializar el dolor como vía de escape

Antes de reunirse con Cruz y Hamilton para decidir hacer pública la denuncia contra Karadima en abril de 2010, la vida de Murillo eran hojas y hojas de tesis, de clases en universidades chilenas y lecturas de filósofos que le daban pistas de una inquietud intelectual que hubiese, entonces, preferido compartir. “Leía mucho para encontrarme, para poder transmitir algo que me tenía inquieto”, recuerda.

El resultado de esa inquietud llegó meses después de que se dio a conocer el caso Karadima en el país y el mundo, cuando las víctimas del ex párroco, en medio de la batahola,  decidieron crear la Fundación para la Confianza con el fin de prevenir y acompañar a menores de edad que han sido abusados sexualmente. Murillo, entonces, asumió la presidencia del directorio, y desde ese momento el filósofo de la Universidad Católica y doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad de París VII, abandonó la academia para dedicarse por completo a las políticas de prevención de abuso.

Parte de esa nueva vida ha sido estudiar el tema, a viajar a Europa a charlas con organizaciones que se dedican a lo mismo, y a recorrer colegios municipales y privados para trabajar en los protocolos de prevención de cada establecimiento. Los frutos se han visto rápidamente. A la fundación, que se financia a través de donaciones, asesorías y campañas, pese a que fue creada para recibir a menores, ha llegado gente de todas las edades. “Así nos fuimos armando, fuimos creciendo rápidamente y armando grupos de ayuda mutua para que todos tuvieran espacio”, dice Murillo.

Ya en 2011, el primer grupo de adultos que llegó a asesorarse a la fundación por abusos sexuales cometidos tanto dentro de la Iglesia como fuera de ella, se transformó en una vía de escape para Murillo. Su preocupación ya no era solo él, eran los otros. “Que este tema no quedara solo en James, Carlos y yo era muy importante para poder avanzar y también para sacarme de encima el señalamiento de víctima, que tanto me carga”.

¿A qué te refieres con que “el señalamiento de víctima” te carga?
A que aquí tenemos una lucha que es mucho más grande que el haber sido víctimas de Karadima. No me gusta esa sensación de “ay, fue víctima, por eso habla así”. Creo que tenemos un argumento de cambio de mundo. Estamos cambiando el mundo y eso lo siento desde el corazón, me doy cuenta. Estoy seguro de que algunos intelectualoides que están escandalizados porque nosotros estamos haciendo ruido en los medios, y porque hemos apoyado a mujeres que han sido víctimas de abuso, están así porque creen que, en parte, somos moralistas. Y se pierden en el tema inicial: las personas que han sido víctimas de abuso tienen un estándar de bienestar y calidad de vida mucho más bajo que las personas que no han sido víctimas.

¿El problema moral al que te refieres tiene que ver con que ahora se debate sobre los límites que hay que tener en el ámbito sexual para no cruzar los límites de acoso o abuso?
Claro. Y ese no es un problema moral, es un problema ético. Hay un problema con la negación del daño y del trauma. Hay quienes dicen “qué tanto le puede pasar a un cabro chico”, y sin embargo, yo leo muchas biografías de gente que ha sido víctima y conozco la profundidad del trauma. El 70 por ciento de los casos de suicidio están vinculados con abuso, entonces que no me vengan con que no pasa nada. El fundamento de mi lucha es por el trauma, por el dolor. Probablemente en mi vida no lo siento así. Yo nunca me he referido a mi caso. El dolor de los otros me duele y siento que nosotros, desde la fundación, podemos hacer algo por eso.

¿Y tú dolor te duele?
El mío…pienso poco en él. Estoy más volcado en lo otro, en ayudar, en lo que viene de ahora en adelante. Siento que ahora lo mío es así -junta el pulgar y el índice de su mano derecha haciendo un gesto de pequeñez- y que estamos con la oportunidad de hacer cambios muy grandes y muy potentes.

“Nací con un vacío muy grande”

La vida familiar de Murillo se ha consolidado en medio del torbellino de las denuncias contra Karadima. A su lado, en las reuniones, las juntas, los puntos de prensa, y los trabajos en política de prevención -aunque también como parte del directorio de la fundación- está Antonia Pellegrini, su señora, con quien está hace casi nueve años. Tienen tres hijos de 7 y 4 años, y el último de 7 meses.

Cuando Murillo supo que Karadima había sido expulsado del sacerdocio, Pellegrini lo felicitó. “Estoy tan orgullosa de ti”, le dijo. Él se emocionó.

¿Cuánto de esto de ir a reuniones, de tener que ir a Roma, de encargarte de la fundación y grupos de gente que llega ahí, irrumpe en tu vida familiar?
Es que esto es un proyecto familiar. De siempre hemos hecho actividades en mi casa, comidas, todo muy de puertas abiertas. Como familia estamos comprometidos contra el abuso. A nuestros hijos los estamos educando sabiendo en lo que estamos, aunque por ahora solo les decimos que trabajamos por los derechos de los niños.

¿Y te recuerdas tú de niño?
Sí. Recuerdo que nací con un vacío muy grande. No tengo idea por qué.

¿En qué sentido?
Espiritual. Y no me resultó solucionarlo en la Iglesia, ni me resultó en la religión, pero sí me resulta en la lucha y el activismo político.

Cuando hablas de abuso te refieres a una palabra que no sólo tiene que ver con la intromisión y agresión sexual, ¿cierto?
Así es. A mí me molesta mucho el abuso. Me molesta cuando alguien tiene poder y utiliza ese poder para imponerse se cualquier manera, sobre todo sexual. Creo que  no tiene que ver con un liberalismo sexual. Yo soy súper abierto a que la gente haga lo que quiera, pero en relaciones simétricas, no en relaciones asimétricas. Yo no soy conservador en lo sexual, en nada. Soy súper abierto, pero que sea entre mayores de edad y consentido. Que hagan lo que quieran. Esto no es un problema sexual. Yo no soy un nuevo cura. Por eso te digo que el abuso sexual es un abuso de poder que se manifiesta sexualmente, pero es un abuso de poder. El resto que haga lo que quiera. Me interesa que quede claro eso, que no me meto en la cama de la gente.

¿Todo lo que me dices sobre cómo vive la gente después de un abuso sexual tiene que ver con tu propia historia?
Sí, pero yo reconvertí mi abuso en esto, en la fundación. A mí me dio rabia. Sobre todo por el tema del abuso de poder. Yo me quise ir de Chile. Me fui de Chile muchos años y estuve viviendo en Francia. No quería volver. Volví porque me enamoré y Antonia tenía sus cosas acá, pero yo no quería volver y no quería saber nada más de Chile.

Casos mediáticos: vienen más

Denuncias de abusos como el de Karadima han explotado a la luz pública en distintos ámbitos, y el factor común en varias de ellas ha sido José Andrés Murillo. Así, en noviembre de 2017, cuando la hijastra del ex embajador de Francia, Patricio Hales, lo denunció públicamente por abuso sexual, pasó antes por la asesoría fundación. También las denunciantes de Nicolás López y las del director de televisión Herval Abreu. Según Murillo, hay más casos en carpeta, pese a que el nombre de los acusados no se sabrá hasta que sus víctimas decidan lo contrario.

¿Cómo trabajan los casos de denuncias a personas del medio televisivo?
No comentamos casos nosotros y no somos nosotros los que hacemos públicos los casos. Nosotros solamente, en casos muy especiales, donde es parte de una estrategia y donde la decisión de la víctima prevalece, se les ayuda a hacerlo público de una manera que valga la pena, pero no es una decisión a tontas y a locas. Es siempre de manera protegida, con terapia detrás, con la máxima protección de la que nosotros seamos capaces. Lo mismo con los maristas, que probablemente son uno de los casos más graves que hemos tenido.

¿Sabes de más casos que involucre a gente del ámbito público?
Me da la impresión de que no son los únicos que están ocurriendo. Si seguimos las variables internacionales es lógico que pase y que lleguen para acá más víctimas. Me gustaría que fuéramos más las organizaciones que apoyan a las víctimas porque son muchas y nosotros mismos no estamos generando tanto espacio.

¿Pero tú sabes de más casos?
Sí. Tengo la información de que hay más casos. Y si para las víctimas es bueno para su proceso abrirlo, decirlo o acusar, ahí estaremos nosotros como fundación. Y si no es así, cuentan con nuestro absoluto apoyo y confidencialidad.




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