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Un “depredador sexual” expulsado de Miami abusó de menores durante años en Salamanca

By Oriol Güell And íñigo Domínguez
El País
November 09, 2018

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Santuario de Valdejimena, en la provincia de Salamanca, donde reside desde 2011 el religioso benedictino Francisco Carreras, acusado de abusos. Audio del encuentro con el acusado.

[with video]

["Sexual predator" priest expelled from Miami abused minors for years in Salamanca]

El obispado ignoró el aviso de EE UU y destinó al sacerdote a una decena de pueblos de la provincia entre 1981 y 2004, donde EL PAÍS ha localizado a tres víctimas

El obispado de Salamanca ignoró un aviso de la archidiócesis de Miami, que expulsó en 1981 de su jurisdicción a Francisco Carreras tras un caso de abusos a un menor, y mantuvo a este sacerdote durante más de dos décadas, entre 1981 y 2004, al frente de una decena de parroquias rurales de la provincia. En sus nuevos destinos, Carreras dejó un reguero de nuevas agresiones sexuales, según han denunciado ahora tres víctimas a EL PAÍS.

Son testimonios muy duros, que hablan de sesiones de sexo en grupo en las que el único participante que superaba los 11 años era el sacerdote. “Nos hacía mantener relaciones entre nosotros y con él”, rememora una víctima. Los afectados responden estupefactos al ser informados por este diario del pasado de Carreras en Miami. “El obispado lo sabía. Lo podría haber evitado, pero nos dejó en sus manos. Fuimos entregados en bandeja a un pervertido. No puede haber perdón para eso”, acusa otro de los denunciantes.

El obispado defendió airadamente al cura en 2011 cuando medios locales de Salamanca se hicieron eco de las denuncias contra él en Miami. Calificó su trayectoria como “intachable”. Ante las nuevas revelaciones guarda silencio. Carreras llegó a Salamanca cuando el obispo era Mauro Rubio, ya fallecido. En 1995 le relevó Braulio Rodríguez, actual arzobispo de Toledo. En 2003 le sustituyó el actual, Carlos López.

Francisco Carreras nació en 1945 en Nueva York, según relató a un medio local, y fue ordenado sacerdote de la orden benedictina en 1973 en Salamanca. Antes de ir a Miami, estuvo destinado dos años en los pueblos de Ahigal de Villarino, Robledo Hermoso y Sanchón de la Ribera, según los boletines de la diócesis. Llegó a Miami en 1975 y, según las denuncias posteriores, los abusos empezaron pronto.

En sendas denuncias presentadas en 2002 y 2011, dos hombres le acusaron de abusos cuando eran niños cometidos en sus propias casas, en campamentos y horas de teatro. Los relatos de las víctimas, con coincidencias notables, sitúan los hechos en 1976 y 1981, respectivamente. Ambos casos fueron desestimados por lo que sería el equivalente a la prescripción en España. El archivo de la demanda se cierra, sin embargo, con un mensaje de aliento para el denunciante. "Somos conscientes de los beneficios que para la sociedad tiene que los supervivientes de abusos sexuales sufridos en su infancia den un paso al frente para dar testimonio de lo que tuvieron que soportar. [Con el archivo] no queremos desmerecer el coraje de estos supervivientes que han roto el silencio que ha protegido a los abusadores".

Las acusaciones de EE UU describen al sacerdote como “un depredador sexual” que accedía a los niños tras ganarse la confianza de las familias con su carisma. Una víctima recordó como, tras una noche de terror, al día siguiente le regaló “un avión teledirigido”.

La archidiócesis de Miami asegura que, con Carreras en Estados Unidos, solo tuvo noticia de un caso, que actuó de inmediato y que las otras demandas llegaron décadas más tarde. “Un alegato de abuso sexual fue presentado contra el reverendo Carreras por la familia del niño en 1981”, explica por escrito la archidiócesis. “Fue retirado de la parroquia y la actividad sacerdotal. No se le permitió hacer ningún otro servicio en cualquier otra parroquia”. Preguntada sobre si la archidiócesis informó de lo ocurrido al obispado de Salamanca, la respuesta es: “Sí”. Esta afirmación retumba como una nueva agresión a oídos de Antonio y Carlos, de más de 40 años, que no dudan en ofrecer sus testimonios, pero ruegan que no sea revelada su identidad. “Que salga todo. Ya era hora. Pero que esto no nos perjudique más de lo que ya lo ha hecho”, afirman.

Ambos crecieron en el pueblo de Sequeros, destino que el obispado dio al cura tras su expulsión de Miami. Allí estuvo de octubre de 1981 a abril de 1983. En esos 18 meses, volvió a mostrar su doble cara: cautivador de día, monstruo de noche. “Montó un taller de marquetería al que íbamos muchos niños. Los viernes, nos quedábamos a dormir en su casa. Allí sucedía todo”, recuerda Carlos. “Tengo la imagen grabada de ocho o diez niños con él en medio. Todos desnudos, todos masturbándonos”, añade Antonio.

El testimonio de las víctimas ilustra el laberinto emocional al que se enfrentan las víctimas y los mecanismos que dejan impunes muchos abusos. El primero, la culpabilidad por el abrupto descubrimiento del sexo. “Te hacía partícipe y cómplice de sus actos. Luego te hacía regalos increíbles, como una cámara Polaroid. No sabías cómo manejarlo”, lamenta Carlos. El segundo, la presión social. “El pueblo lo reverenciaba. Era inimaginable decirlo. Yo mismo lloré el día que se marchó del pueblo”, sigue Antonio. Y si el sórdido secreto amagaba con aflorar, Carreras recurría a la violencia. “Un día me atreví a decirle que se lo podía contar a mis padres. Me pegó un guantazo que me tiró al suelo y me dijo: Explícalo si te atreves”, concluye Carlos. Ninguno ha contado su caso hasta hacerlo ahora este diario.

Los supuestos abusos se sucedieron hasta que un día Carreras desapareció. Nunca se dieron explicaciones claras. “Lo que pasaba debió llegar a oídos del obispo”, aventuran Carlos y Antonio. La pesadilla siguió en su nuevo destino, Calzada de Valdunciel, según cuenta otra víctima a EL PAÍS. También fue párroco en Castellanos de Villiquera hasta que, en 1987, fue trasladado de forma poco clara a Palacios Rubios, Poveda de las Cintas y Villaflores. Pero a los dos años, en 1989, regresó de nuevo a la zona de Calzada, la comarca de la Armuña, aunque a otras localidades aún más pequeñas: Valdunciel, Carbajosa de la Armuña, Naharros de Valdunciel, San Cristóbal de la Cuesta y Mata de la Armuña.

En los archivos también figura que al menos en 1993 era profesor en el colegio Lorenzo Milani de Salamanca. “No tenemos constancia y no vamos a dar información”, responde su directora. En 2004, Carreras fue apartado de las parroquias rurales y nombrado capellán del convento de las Bernardas, en las afueras de Salamanca. Pero su alejamiento fue mayor en 2011, cuando fue enviado al remoto santuario de Valdejimena. Fue justo antes de que aparecieran en la prensa local las denuncias de Miami.

EL PAÍS ha localizado este martes a Carreras: “Se solucionó todo, era todo mentira, depende todo de Estados Unidos, aquí nada”, aseguró en un primer momento. Al revelarle las nuevas acusaciones, ahora ya en Salamanca, reaccionó agresivamente: “¡Son ustedes unos miserables!”. Y salió corriendo.




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