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Columna De Oscar Contardo: Los Santos En LA Corte

By Oscar Contardo
La Tercera
January 19, 2019

https://www.latercera.com/reportajes/noticia/columna-oscar-contardo-los-santos-la-corte/491426/

Los sacerdotes jesuitas dan entrevistas para diagnosticar el estado de las cosas, para criticar a otros sacerdotes, no para dar explicaciones sobre las miserias que guardan puertas adentro.

Nadie nunca supo nada. Nadie hablo. A nadie le conto ningun apoderado lo que sucedia cuando el jesuita Jaime Guzman Astaburuaga invitaba periodicamente a alumnos adolescentes a un fin de semana al Cajon del Maipo. Nadie nunca dijo que hacerlos desnudarse, sacarles fotos y confesarlos en su falda para preguntarles detalles de como, cuando y en que pensaban mientras se masturbaban podia ser inapropiado. Eso era diversion, era festivo. El cura Guzman era el encargado de captar vocaciones, director espiritual de aspirantes, seminaristas y exalumnos del Colegio San Ignacio El Bosque. Tenia un apodo entre los estudiantes, un nombre vulgar con el que el sacerdote se referia al pene. Hablaba mucho de genitales. Para el, en eso consistia educarlos en sexualidad, o como suelen llamarlo en los colegios religiosos, “afectividad”. La de Guzman era una conducta repetitiva; mantenia en su habitacion fotos de muchachitos desnudos y un album con imagenes de genitales masculinos adultos que les ensenaba a los elegidos como parte de su jornada especial. La explicacion que daba para mostrarles esas fotos es que era necesario para que entendieran que les iba a pasar cuando crecieran. “En ese tiempo nadie pensaba mal”, me advirtio una persona que conocio al sacerdote. Esa frase me dio vueltas: “Nadie pensaba mal” es una forma de decir que hay un error en quien contempla la escena, no en quien lleva a cabo la transgresion. ?Ese sacerdote habria podido hacer lo mismo si alguien que “pensaba mal” hubiera hablado? Tal vez no. Pero eso no sucedio, porque nadie jamas pensaria mal de un cura jesuita.

Hace unas semanas, un exalumno que nunca vio nada, en tono incomodamente picaro, como desafiandome, me pregunto: “?Solo les tocaba el culo o algo mas?”. El sabia que yo habia escrito un libro sobre abusos. No le respondi. Me imagine que ese hombre no hubiera hecho la misma pregunta, ni usado un tono burlon si estuvieramos hablando de un hijo suyo. Esa frivolidad se repetia en mensajes y advertencia solapadas.

En 1980, Guzman era rector del colegio jesuita de Puerto Montt. Un dia, el sacerdote mando a llamar a su oficina a un nino de ocho anos, hijo de una familia a la que el ayudaba economicamente. Una profesora acompano al nino y lo dejo en el despacho en donde el rector y otro hombre -aparentemente un religioso de paso por la ciudad- lo desnudaron. Mientras el desconocido lo manoseaba, Guzman miraba. El nino ahora es un adulto. Hay un punto del recuerdo en el que todo se vuelve una oscuridad sin salida para el.

Luego de Puerto Montt, el jesuita paso a otras destinaciones en colegios de provincia, hasta llegar a Santiago, en donde sus jornadas se hicieron populares. Tiempo mas tarde fue enviado a Estados Unidos. Hace unas semanas, Guzman Astaburuaga aparecio en una lista de sacerdotes acusados de abuso en Maryland.

Lo mismo que no paso jamas con Guzman, tampoco paso con Juan Leturia. Nadie sabia que durante decadas mantenia el ritual de medir desnudos a ciertos alumnos -los brazos, el torso, las piernas- para enseguida masturbarlos. Leturia fue denunciado a la fiscalia en 2005 por un exalumno del Colegio San Ignacio y tiempo despues enviado a vivir a la casa de la congregacion en el centro de Santiago. Hasta esa residencia llevo sin problemas a por lo menos un muchacho que conocio en un chat de internet. El sacerdote los enganchaba haciendose pasar por un estudiante adolescente. Curiosamente, usaba como apodo la identidad del hombre que lo habia acusado al Ministerio Publico. Leturia se enfermo, otro jesuita le ayudo a borrar la memoria de su notebook y la planilla Excel en donde guardaba las medidas de los muchachos. El sacerdote murio en 2011. Nada mas se supo, nadie pregunto.

Tampoco hubo noticias sobre lo que hacia el sacerdote jesuita Leonel Ibacache con algunos alumnos del Colegio San Luis, de Antofagasta. Nunca hubo rastro, ni siquiera cuando un exalumno fue a denunciarlo en 2012 y le conto su historia a Eugenio Valenzuela, provincial de los jesuitas, quien le aseguro que iba a hacer lo posible por averiguar mas. Meses despues, Valenzuela debio dejar el cargo: acumulaba tres acusaciones de abuso de poder, abuso de conciencia y abuso sexual. Las primeras denuncias permanecieron anos sin ser indagadas por la congregacion. Tal como en el caso Karadima, aunque con una diferencia: se trataba de otro tipo de sacerdotes, los que tenian un discurso social y grandes obras de beneficencia. La congregacion dio por zanjado el caso con un comunicado en donde daban a entender que los hombres que acusaron a Valenzuela estaban satisfechos con lo resuelto por la Compania de Jesus. No era verdad. Hable con los tres denunciantes por separado y todos ellos se quejaron del maltrato que recibieron de parte de los jesuitas. Lo unico que les preocupaba a las autoridades era mantener el caso bajo sigilo.

“Si eran adolescentes, entonces les gustaba”, escribio en mi cuenta de Facebook hace una semana un ignaciano adulto, orgulloso voluntario de obras vinculadas a la congregacion. Estaba molesto con las victimas y conmigo. Esa frase la escuche muchas veces. “Les gustaba”. Si era asi, ?para que entonces averiguar sobre la acusacion de violacion contra el religioso jesuita Raul Gonzalez en Valparaiso? ?O los detalles del proceso canonico contra el sacerdote Juan Pablo Carcamo? Solo por nombrar a un par, porque la lista es mas larga. Sobre estos casos poco o nada ha aparecido en la prensa escrita, menos aun en la television. Una de las razones es que para las victimas el solo hecho de pensar en la reaccion de la opinion publica las mata de miedo. “?Quien me va a creer a mi?”, es la frase que repiten. La otra explicacion es que la Compania de Jesus tiene un poder y una cantidad de redes que acallan cualquier reclamo en su contra. Los sacerdotes jesuitas dan entrevistas para diagnosticar el estado de las cosas, para criticar a otros sacerdotes, no para dar explicaciones sobre las miserias que guardan puertas adentro. Ademas, son los encargados de otorgar un premio de periodismo anual. Tal vez por eso, en los noticieros baste con un escueto comunicado de la misma institucion para dar por zanjado el tema. No hay mas historia que esa.

“Tu tienes una obsesion”, me diagnostico otro exalumno del San Ignacio cuando le mencione que me parecia extrano que sobre los crimenes cometidos por diocesanos o por congregaciones como los maristas hubiera grandes despliegues de prensa y reportajes de television, y de los casos que involucraban a jesuitas apenas se hablara. De hecho, para difundir la primera denuncia publica contra Leonel Ibacache tuve que recurrir a mi cuenta Facebook. Solo fue replicada por diarios de Antofagasta. La respuesta que me dio ese exalumno nuevamente indicaba que el problema era de quien miraba -un obsesivo-, no de quien cometia el crimen.

Este jueves, un nuevo comunicado de la Compania de Jesus informo sobre el proceso en contra del sacerdote Renato Poblete. Mientras en la television leian el documento oficial, mostraban imagenes del cura ya fallecido rodeado de empresarios y politicos en entrevistas, misas y en sus campanas de recoleccion de dinero para beneficencia. Pense en la mujer (las mujeres) que se ha atrevido a hablar, en los anos que tuvieron que pasar. ?Quien les habria creido antes? Los medios, una vez mas, informaban lo que la propia congregacion quiso divulgar, en el momento en que ya no podian frenar mas una situacion que se les hacia insostenible. El sacerdote Fernando Montes fue el encargado de enfrentar a la prensa, echando mano a lo de siempre: el dolor que les provocaba la situacion. Montes tambien aprovecho de dejar en claro que ni el ni la Compania de Jesus nunca supieron nada.

 

 

 

 

 




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