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MAURO SZETA ACABA DE PUBLICAR "SECRETOS SAGRADOS"

El protegido: La historia del sacerdote sanjuanino Napoleón Sasso

Las pericias dictaminaron que era pedófilo. El diagnóstico era conocido desde 1994. Sin embargo, la red de protección dentro de la Iglesia llevó a que cinco niñas, entre 2002 y 2003, fueran abusadas por él. Esto es lo que narra el periodista de C5N y Radio 10 en su libro.


Diario La Ventana
Julio 18, 2015

http://diariolaventana.com/articulo.php?id=82061

Mario Napoleón Sasso fue encontrado culpable por
"abuso sexual doblemente calificado".

 

Mauro Szeta, autor de Secretos Sagrados

Libro Secretos Sagrados

“…Cuando Sasso le contó a los suyos que tenía “problemitas” mentales, cuando las señales de alerta pederasta eran claras, sus superiores lo habían mandado a que realizara un tratamiento, como si se tratara de un “enfermito” curable y nada más”. Mauro Szeta -uno de los más respetados periodistas de Policiales, quien trabaja en C5N y Radio 10-, se refiere así al cura sanjuanino Mario Napoleón Sasso, en su libro “Secretos sagrados. La verdad detrás de los casos de abuso sexual en la Iglesia” (Aguilar), que acaba de publicar.

La obra está estructurada en cuatro partes: la primera, dedicada al sacerdote Julio Grassi; la segunda, al cura Sasso; la tercera, al cura José Mercau y la cuarta, a El encubrimiento de la Iglesia. Pero Szeta no sólo se limita a reproducir los resonantes y mediáticos casos policiales, investiga, denuncia e intenta dar explicaciones sobre la pedofilia en el seno de la Iglesia y el silencio y la protección que ésta brinda a estos curas.

En el caso de Sasso, el cura sanjuanino fue condenado en el 2007 por el Tribunal Oral Criminal Nº 1 de San Isidro (Bs.As.), a 17 años de prisión por haber abusado sexualmente de cinco niñas, entre 2002 y 2003, cuando era párroco de la capilla San Manuel en el barrio La Lonja, de Pilar.

Durante el juicio contra el cura se probó el encubrimiento por parte de dos sacerdotes colegas de Sasso, quienes fueron procesados, y también que algunos miembros del Obispado de Zárate-Campana conocían sus antecedentes pedófilos y las recomendaciones para que no trabajara con menores. Además se leyó una carta del entonces arzobispo de San Juan, monseñor Ítalo Severino Distéfano, donde exponía el problema de Sasso y pedía a un grupo de obispos que encontraran una solución.

A pedido de Distéfano, en 1995 Sasso fue internado en una institución llamada Domus Mariae (Casa de María), “una especie de casa de rehabilitación destinada a curas en crisis, cuya sede estaba en la localidad de Tortuguitas. Bajo el rótulo de ‘crisis’, allí hospedaban a los sacerdotes degenerados y dictaban y diagnosticaban sus propios estándares de tratamiento”, dice Szeta en su libro.

En la causa, Pedro Marano, el superior de Domus Mariae, expresó cómo había sido la internación de Sasso. “Cuenta que el arzobispo de San Juan… Me preguntó si lo podía recibir y hacer algo por él... Llegó el 12 de marzo de 1995. Estaba muy deprimido y manifestó que tenía una inclinación que no podía terminar de controlar y que quería ser ayudado”, cita “Secretos sagrados”.

Entrevistado por una psicóloga y un médico, Sasso admitió que tenía inclinaciones con los niños, aunque aclaró nunca había hecho nada.

“Desde el arzobispado de San Juan realizaron un informe sobre Sasso, sacerdote de esa arquidiócesis desde hacía diez años, en el cual exponían… que el cura estaba dispuesto a corregirse y a sobrellevar todas las pruebas, reparaciones y esfuerzos que establecieran los médicos”, cuenta Szeta.

Aunque expresaba que el sacerdote había abandonado el tratamiento médico, el texto aseguraba que sería capaz de recuperarse. 
Sólo siete años bastaron para confirmar que Sasso no sería capaz.


Nunca se supo si en San Juan abusó

Sasso entró en el seminario de Santa Fe a los 19 años y ordenado sacerdote, a los 28 años, volvió a San Juan. Según el propio sacerdote contó a las peritos oficiales Adela Ahuad y Margarita Olavarría, en algún momento pensó en renunciar al sacerdocio “porque tenía conductas y pensamientos no compatibles con su condición”.
Relató que humillaba a los feligreses y que tenía ideas sexuales y conductas auto eróticas incontrolables. En ese momento fue cuando Distéfano ordenó su internación en Domus Mariae, donde permaneció durante tres años.
“Nunca se supo si en San Juan había desarrollado el mismo accionar delictivo que más tarde desarrolló en Pilar y, teniendo en cuenta el entramado de protección de la curia –especialmente en el interior-, posiblemente jamás se sepa”, expresa el periodista en su libro.
Los peritos diagnosticaron que el cura era pedófilo y que comprendía claramente sus acciones. En 2003, Sasso se había convertido en un abusador serial. Cinco niñas de entre 11 y 14 habían sido sus víctimas.

Es posible pensar que el destino de estas niñas podría haber sido otro si, siete años antes, las autoridades eclesiásticas no hubieran “confiado” en el diagnóstico de los profesionales que atendieron a Sasso en el Domus Mariae.

La licenciada Nidia Neira de Domínguez firmó un dictamen en el que concluía que “(Se constató que) Napoleón nació cuando sus padres esperaban la llegada de una niña, que compartió la cama matrimonial con sus padres hasta los cuatro años, incluso presenciando la realización de la intimidad conyugal (…) Sasso tuvo experiencias aisladas de juegos sexuales con sus hermanos varones desde los cuatro años. Él debía jugar el papel de nena…”

El dictamen también dejó en claro que la madre de Sasso era autoritaria y exigía sometimiento por parte de su hijo, lo que explicaría el vínculo patológico con las niñas como una forma de venganza inconsciente contra la figura materna. Sin embargo, Neira concluyó que “…Hoy día la mirada hacia atrás lo encuentra sereno y objetivo, más amplio y afirmado, reconoce que ha encontrado ayuda y que ha podido rescatar mucho de su vida, todo para mejor y en todos los órdenes”.

El psiquiatra Ricardo Migliorelli disintió con las conclusiones de la psicóloga y en cambio diagnosticó que Sasso sufría de TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo). Pero al igual que Neira, expresó que “Su actitud hacia el tratamiento ha sido de una gran compresión y colaboración, siendo muy puntual en la toma de la medicación y mostrando en todo momento su deseo de curarse… Es este un trastorno que para su curación completa requiere un lapso de aproximadamente cuatro o cinco años de toma de medicación. Sin embargo, el padre Sasso ya está en perfectas condiciones y puede desempeñarse en sus tareas habituales siendo recomendable… que no esté en contacto con niños de corta edad…”

Un lobo con piel de cordero

En 2003, fue a una de las colaboradoras de Sasso en la parroquia de Capilla de La Lonja, Ana Lía del Carmen López, a quien las niñas le contaron cada uno de sus calvarios. El cura tomaba a las nenas en sus brazos, les tapaba la boca, las desnudaba, se desnudaba y las violaba. La penetración era manual o con un palo de escoba. En cada ataque, el cura terminaba masturbándose.

Al conocer el relato de las víctimas, López primero habló con Sasso, quien negó todo. Luego narró lo sucedido ante el párroco José Ramón Villa Iglesias y a su segundo, Gabriel Michelli, quienes le dijeron que conocían los hechos y le sugirieron que no realizara la denuncia.
Por la valentía de Ana Lía, de las víctimas y sus mamás, Sasso llegó al juicio que lo condenó, pero el camino no fue nada fácil.

Las víctimas tenían el mismo perfil: era pobres y necesitaban de la comida que les daba Cáritas en el comedor de la parroquia. De eso se aprovechaba Sasso. Y era defendido por los sectores más altos de la sociedad, que desconocían estos hechos.

Enterado de su pedido de captura, Sasso escapó. Villa Iglesias, Michelli y dos secretarios más lo ayudaron: no sólo le prestaron dinero sino que favorecieron su clandestinidad. El escape fue de película. Dos padres del Colegio Los Robles, donde Sasso trabajaba, fueron los encargados del traslado. Hasta que la esposa de uno de ellos, lo llamó por teléfono para decirle que todo era verdad y abortaron así la fuga.

Con todas las pruebas en contra, la Iglesia le soltó la mano: el obispado de Zárate-Campana lo desvinculó de la institución y hubo acusaciones cruzadas entre varios de sus integrantes.

En 2007 y como parte de lo que muchos sostienen una estrategia de la Iglesia, mientras esperaba ser llevado a juicio, Sasso se casó con Argentina Graciela Inés Miño, madre de dos víctimas del cura.

Sasso fue hallado culpable del delito de “abuso sexual doblemente calificado en razón del sometimiento sexual ultrajante para las víctimas y por su condición de ministro de un culto religioso”.

En 2012, el cura logró salidas transitorias porque cumplió la mitad de su condena, ya que la Cámara de Casación le redujo la pena impuesta en el juicio a 16 años de cárcel y llevaba 8 detenido desde 2004.



Mauro Zseta

“A un cura que abusa de un nene lo mandan a un convento a pensar”

—La anécdota sobre cómo surgió la idea del libro es fuerte. ¿Qué sentiste cuando escuchaste esa frase para que te disparara escribir Secretos sagrados?
— La idea del libro surge de una anécdota después de un partido de fútbol en La Plata. Fuimos a la cancha con un amigo a ver Estudiantes—Gimnasia, y cuando salimos nos metimos en el bar de un club a matar las horas porque llovía a cántaros. En eso, un tipo de otra mesa nos dice ¿ustedes qué hacen? Nosotros le contestamos que éramos periodistas y mi amigo le dijo que era el productor de Canal 13 que cubría el juicio a Grassi. Entonces, el tipo con asco y desprecio nos dijo: “¿tanto quilombo por ese cura? ¿Quién no se la hizo chupar por un cura alguna vez?”. La frase me dio asco, pero al rato y luego en el tiempo me hizo pensar cómo para mucha gente el abuso sexual en manos de curas era algo naturalizado. La frase me sirvió como disparador para el libro cinco años después. En la investigación me crucé con muchos más que pensaban como el tipo del bar. Eso es más triste aún. El tipo del bar no estaba solo.

—¿Cómo elegiste las tres historias a contar?
—Las historias las elegí porque me parecían casos donde quedaba más a la vista el encubrimiento de la Iglesia como institución a los curas abusadores. En los expedientes de Sasso, directamente hay una maniobra para ayudar al cura y sacarlo del país. Lo grave es que el plan de clandestinidad está orquestado por sus superiores en el Obispado Zárate—Campana. Esa trama es patética, asfixia.

—Sasso era sanjuanino y desde 1994 se conocía su caso en San Juan, de hecho monseñor Distéfano pidió su traslado a Bs As, o sea que muchos de los casos de pedofilia podrían haberse evitado. ¿Por qué considerás que la Iglesia guardó y guarda tanto silencio respecto de esos casos?
—La Iglesia ha mantenido históricamente los casos de abuso de sus curas en silencio. No hay un por qué claro. Hay actos, indicios, maniobras. Yo me pregunto en el libro: a un cura que va contra el celibato, lo destrozan; a un cura que abusa de un nene lo mandan a un convento a pensar o le dan una pastillita como si se tratase de un resfrío. La Iglesia ha preferido esconder y no judicializar. Con los juicios civiles que perdió por las demandas de los abusados y con la pérdida de fieles que no toleran esta protección al delito, empezaron a replantear la estrategia y hacer más visibles las denuncias. Esperemos que el Papa vaya —como hasta ahora— en este camino, y que ante cada dato interno de abuso que surja de la denuncia de un nene en cualquier Iglesia, se active la denuncia judicial y se mete en cana a los culpables y se proteja a los chicos

—¿Fue difícil obtener testimonios?
—No fue fácil obtener los testimonios. La víctima, cuyo relato permitió la condena a Grassi, me dijo: “No me cagues, no me traiciones”. Es que los chicos son chicos arrasados. Eran arrasados, porque antes de ir a la Iglesia vivían en situación de calle, y fueron arrasados otra vez cuando buscaron ayuda en los curas, y esos curas se convirtieron en sus verdugos. Todas las víctimas declararon con reserva de identidad en las causas. Obviamente respeté todo. Lo importante era cuidarlos, no revictimizarlos. Para que vean cómo han quedado tras los abusos, muchas de las víctimas, no le han podido contar a sus parejas actuales, que fueron víctimas de abuso sexual por parte de curas.

—De los tres casos, ¿hubo alguno que te impresionara más, ya sea por el accionar impune de los sacerdotes o por las víctimas? 
— Los casos me impresionan todos por igual. Decidimos con la editorial Aguilar hablar sin eufemismos. No se edulcora ningún relato. Los abusos están redactados y contados tal cual lo hicieron los chicos en las causas. Sólo así se llega a dimensionar cómo es el daño, y cómo es la asimetría de poderes entre el nene y su abusador.

—¿Sufriste algún tipo de presión mientras escribías el libro?
—Presiones no tuve.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
 

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