Otro cura enjuiciado por abuso sexual

RIO GALLEGOS (ARGENTINA)
Diario Democracia [Junín, Argentina]

September 12, 2012

By Jorge Luis Calcagno

Una vez más la sociedad argentina debe lamentarse e indignarse por un nuevo caso de

abuso sexual cometido por un sacerdote en contra de un entonces menor.

Los protagonistas del caso, que está siendo juzgado desde el 21 de Agosto de 2012 por

ante el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 8, son el hoy mayor de 36 años Sebastián

Cuattromo y quien habría abusado de él, es el entonces hermano marianista

Fernando Enrique Picciochi. Han pasado veintidós años de los hechos hasta que ¡por

fin! pareciera llegar la justicia.

Hay que subrayar que, en el medio, Picciochi se fugó a los Estados Unidos donde, por

un hecho fortuito –estaba con documentos falsos—fue detenido y posteriormente

extraditado a nuestro país.

El juicio, tal cual lo destacaran casi todos los medios de prensa argentinos, está en

pleno desarrollo. Han declarado testigos de suma importancia para el fallo final,

entre ellos las profesionales que atendieron no sólo a Cuattromo sino a otros dos

entonces menores, también del Instituto Marianista e igualmente abusados, aunque

éstos últimos no hicieron la denuncia. Las mismas detallaron los perjuicios que

causaron los abusos a los damnificados y dieron detalles de importancia en sus

exposiciones.

Declararon, asimismo, el jerarca del Instituto Marianista, y el imputado, Fernando

Picciochi los que, increíblemente, entendieron –y así lo hicieron saber en sus

exposiciones—que el abuso cometido era solamente un supuesto “ juego

inapropiado”. Sobre el mismo, el Instituto Marianista tomó conocimiento en 1991 y

trató de que no se hiciera público el mismo, llegando a pretender arreglar una

indemnización para los damnificados.

Declaró también Enrique Jorge Martín, ex rector del Instituto Marianista, quien

aceptó el poder enorme que tenían en esos años los sacerdotes sobre los niños y sus

familias y la severa disciplina que impartían ellos a sus educandos.

Varias instituciones presentaron “Amicus curiae” en el juicio, que fueron aceptados

por el Tribunal. Entre ellos, y no queremos omitir citarlo, está el que interpuso el

Comité de Aplicación y Seguimiento de la Convención Internacional de los Derechos

del Niño.

Es probable que, esta semana el Tribunal dé a conocer su veredicto, teniendo en

cuenta que ya han finalizado las declaraciones testimoniales previstas y se dieron los

alegatos.

Mientras esperamos dicho fallo, queremos destacar dos puntos que son de

preocupación, diría yo, de toda la sociedad argentina: el primero de ellos es el

número alarmante de curas pedófilos en el mundo, en general, y en nuestro país en

particular. El segundo es la desconexión que, sobre el tema, pareciera existir entre la

opinión del Papa Benedicto XVI y la de la Iglesia Argentina.

En cuanto al primero de esos puntos, tenemos que lamentar, por ejemplo, los casos

de Ángel Tarcisio Acosta, condenado a 18 años de prisión por el delito de corrupción y

violación de menores; el sacerdote José Francisco Armendáriz, párroco de Palmira,

Mendoza dejó embarazada a una menor. El cura se negó a hacerse el examen de

histocompatibilidad, un Tribunal lo obligó a hacérselo y el resultado fue el 99.99% de

certeza y el tribunal ordenó al sacerdote a reconocer a la niña. El cura Walter Eduardo

Avanzini, filmado cuando en Córdoba intentaba corromper a un menor ofreciéndole

dinero a cambio de servicios sexuales. El obispo de Río Cuarto, ante la prueba

evidente, recluyó a Avanzini en una casa de retiros espirituales. Para no extendernos

demasiado, ya que la lista lamentablemente lo es, recordemos los casos más

conocidos: el del arzobispo de Santa Fe, Edgardo Storni, el del Obispo Macarrone de

Añatuya, Santiago del Estero, al del cura Pared que, condenado por corrupción de

menores murió de SIDA en la cárcel. Y desde luego, el del inefable cura Grassi –a

quien ya nos refiriéramos en una nota anterior—que sigue en libertad después de

haber sido condenado a 15 años de prisión por corrupción de menores, abuso sexual

agravado y amenazas coactivas.

Algo muy distinto a la actitud de la Iglesia Argentina, que traslada de lugares y hasta

defiende a los culpables, es la que expresa el Papa Benedicto XVI sobre el tema. Dice al

respecto, por ejemplo, en un reciente viaje a Estados Unidos: “…me resulta difícil

comprender cómo fue posible que sacerdotes traicionaran de tal manera su

misión…”; “…estoy profundamente avergonzado y haremos todo lo posible para que

esto no vuelva a ocurrir…”En Australia, el Papa reiteró su “vergüenza” y pidió que los

culpables “sean llevados a la justicia”.

No es comprensible, pues, que siendo clara y contundente la opinión pública del

Papa, la Iglesia de nuestro país no la siga, teniendo en cuenta que, además –y según

cifras de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos—un total de 4.392

sacerdotes fueron acusados de pedofilia, alrededor de 14.000 niños y adolescentes

fueron abusados sexualmente en los últimos 40 años y ya ha costado más de dos mil

millones de dólares en indemnizaciones impuestas por la justicia.

Ya terminando esta nota nos llegan por los medios de comunicación las denuncias de

otro hecho de abuso y corrupción de menores cometido por un sacerdote. Esta vez el

aberrante episodio fue cometido entre 1984 y 1992 por el cura Justo Ilarroz en el

Seminario Menor de Paraná y, como es su costumbre, la Iglesia no hizo la denuncia

penal correspondiente a pesar de estar perfectamente al corriente de los hechos.

Habrían sido víctimas de los hechos alrededor de 50 niños. Sería hora que la Iglesia

argentina procediera como corresponde y lo indica el Papa Benedicto XVI .

¿Qué se está esperando?

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