El presbítero Luis Brizzio, recientemente apartado en Esperanza por una investigación canónica. Para el abogado de la presunta víctima Storni tapó el caso y que la Iglesia actuó con “negligencia y desidia”.
El caso del muchacho que denunció al presbítero Luis Brizzio, ex párroco de Esperanza, por abuso sexual ocurrido en la ciudad de Gálvez en 1994, cuando tenía 16 años, tuvo esta semana un fuerte impacto en la comunidad santafesina y avizora más consternaciones. Es que, lentamente, la historia vuelve a desandar uno de los caminos más escandalosos de la relación entre la Iglesia Católica y los feligreses locales, con un nuevo caso de abuso sexual en el que también estaría vinculado, como encubridor, el ya fallecido monseñor Edgardo Storni. Un caso por el que, los abogados penalistas que asesoran a la víctima estudian la posibilidad de iniciar una acción en la Justicia penal ordainaria.
Así lo confirmó ayer al Diario UNO de Santa Fe el abogado mendocino especializado en Derecho canónico, Carlos Lombardi, quien representará al muchacho que denunció a Brizzio en la investigación canónica que se inició a principios de este año en el Arzobispado de Santa Fe.
En noviembre pasado el joven envió una carta al Vaticano contando lo que le había pasado durante su adolescencia, cuando integraba el grupo Acción Católica Argentina y participaba de actividades religiosas en la ciudad de Gálvez, donde estaba Brizzio, entonces de 27 años. En aquel entonces, el chico le contó a su padre lo que le había sucedido y este fue directamente a hablar con Storni, quien a su vez le recomendó que instara a su hijo a que perdonara lo que había pasado.
Garantías procesales.Veintiún años después, el muchacho vio imágenes de Brizzio dando una misa a niños y adolescentes y sintió que debía hacer algo para evitar una nueva víctima. Así fue que decidió enviar la denuncia al papa Francisco, quien ordenó al Arzobispado de Santa Fe que iniciara la investigación. El primer martes de este mes, el muchacho viajó desde Rosario, donde vive actualmente, y se presentó ante el vicario presbítero González Grenón. Así comenzó la investigación canónica, sobre la cual el abogado Carlos Lombardi ya presentó una queja: “Hace una semana ya que le envié un mail al vicario González Grenón -quien está al frente de la investigación-, para que me informe cuáles van a ser las garantías procesales que va a tener mi defendido y todavía no me contestó”, se quejó el letrado.
—¿Qué características tiene la investigación en el marco del derecho canónico?
—Tiene trampas. Una es que las víctimas no tienen las garantías para participar en el procedimiento canónico. Por ejemplo, no pueden consultar las actas del expediente, no pueden asistir a las declaraciones de los testigos ni del propio acusado, con lo cual no podemos saber si Brizzio miente o dice la verdad, porque no podemos tener acceso al expediente.
—¿Por qué entonces prefirieron esta vía en lugar de hacer la denuncia en la Justicia ordinaria?
—Este caso tiene tres escenarios de investigación. Uno es el que haga el Arzobispado; otro es en el fuero civil para poder obtener la indemnización o el resarcimiento correspondiente por lo que padeció la víctima —vamos a esperar a ver qué pasa con la investigación del Arzobispado para avanzar en esa línea—; y el último es la denuncia en la Justicia penal ordinaria. Mi defendido estuvo dialogando con abogados penalistas y están analizando el caso. Quieren ver si es posible iniciar la acción penal; hay que ver que no esté prescripta y analizar varias cuestiones, pero no descartan presentarla. Un gran antecedente es el caso del cura Justo Ilarraz, en el que la Cámara de Casación Penal de Entre Ríos, ya se expidió y dijo que este tipo de delitos no prescriben. Es un antecedente importante porque le permitiría a las víctimas acceder a la Justicia penal ordinaria a pesar del paso del tiempo.
—¿Cómo se empieza a investigar un delito que ocurrió hace 20 años?
—Se empieza con testimonios; primero el de la víctima y luego de allegados. Tienen que tratar de explicar cuándo y ante quién hicieron la primera denuncia, cuando ocurrieron los hechos, para poder destejer la red de encubrimientos. No hay que pasar por alto que solamente después de 20 años y de que el caso tomara estado público, la Iglesia se muestra colaborativa. La pregunta es por qué tardaron tanto. El padre del denunciante fue a informarle a Edgardo Storni lo que le había pasado a su hijo. Y esto no es un dato menor, porque Storni fue luego denunciado por abuso de menores. El ex obispo José María Arancibia, de Mendoza, fue a Paraná a hacer una investigación sobre las denuncias de seminaristas contra Storni. Con esto quiero decir que la Iglesia sabía lo que había pasado. Entonces, los comunicados que sacan ahora son lágrimas de cocodrilo. Acá hubo desidia, negligencia y encubrimiento.
—¿Van a pedir que se investiguen los encubrimientos?
—Sí; no se descarta nada.
—¿Podría haber más víctimas en este caso?
—Puede ser; es probable, pero como entramos en una nebulosa en materia procesal, en donde no se puede saber, no lo podemos afirmar. Ahora, tampoco nos consta que este señor esté en el monasterio que dijo que está; ¿quién lo controla, va a tener contacto con jóvenes y niños?
—¿Cuál podría ser la condena para un acusado de abuso sexual según el derecho canónico?
—Acá entramos en otro terreno complicado. En el derecho canónico, los delitos no tienen una pena determinada. Depende de la discreción del obispo la sanción que se ponga. Puede ser una mera amonestación, una palmadita en la espalda, un llamado de atención o la expulsión del estado clerical. Eso dependerá del estado al que llegue la investigación eclesiástica, pero esos resultados y el desarrollo del proceso no pueden ser consultados por las víctimas.
Duro testimonio. Las declaraciones del abogado se dan un día después que la víctima rompiera el silencio y contara su historia. En una entrevista concedida al suplemento Rosario/12, el muchacho, que hoy tiene 35 años, contó que Brizzio le planteó en una ocasión que lo veía “triste y preocupado”, como muchoa adolescentes, y uso esta situación para vulnerarlo. Y reveló que fueron al menos tres episodios de abuso sexual que comenzaron como abrazos y continuaron con roces y manoseos.
“Aunque eran situaciones de poco tiempo, me daban vergüenza y angustia”, contó en la misma entrevista, y aseguró que “la última vez intentó una penetraciónm mientras salíamos de una habitación tras apagar la luz. Fue entonces cuando dejé de asistir”, a los grupos de Acción Católica.
Veinte años después, este hombre se decidió a denunciarlo ante la Iglesia.
Informe: Diario UNO Santa Fe
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