VATICAN CITY
Holy See
May 31, 2018
By Pope Francis
Al Pueblo de Dios que peregrina en Chile
Queridos hermanos y hermanas:
El pasado 8 de abril convocaba a mis hermanos obispos a Roma para buscar juntos en el corto, mediano y largo plazo caminos de verdad y vida ante una herida abierta, dolorosa, compleja que desde hace mucho tiempo no deja de sangrar. Y les sugeria que invitaran a todo el Santo Pueblo fiel de Dios a ponerse en estado de oración para que el Espiritu Santo nos diera la fuerza de no caer en la tentación de enroscarnos en vacios juegos de palabras, en diagnósticos sofisticados o en vanos gestos que no nos permitiesen la valentia necesaria para mirar de frente el dolor causado, el rostro de sus victimas, la magnitud de los acontecimientos. Los invitaba a mirar hacia donde el Espiritu Santo nos impulsa, ya que “celrar los ojos ante el projimo nos convierte también ciegos ante Dios”.
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El “nunca más” a la cultura del abuso, asf como al sistema de encubrimiento que le permite perpetuarse, exige trabajar entre todos para generar una cultura del cuidado que impregne nuestras formas de relacionarnos, de rezar, de pensar, de vivir la autoridad; nuestras costumbres y lenguajes y nuestra relación con el poder y el dinero. Hoy sabemos que la mejor palabra que podamos dar frente al dolor causado es el compromiso para la conversión personal, comunitaria y social que aprenda a escuchar y cuidar especialmente a los más vulnerables. Urge, por tanto, generar espacios donde la cultura del abuso y del encubrimiento no sea el esquema dominante; donde no se confunda una actitud critica y cuestionadora con traición. Esto nos tiene que impulsar como Iglesia a buscar con humildad a todos los actores que configuran la realidad social y promover instancias de diólogo y constructiva confrontación para caminar hacia una cultura del cuidado y proteccion.
Google translation of excerpts:
Last April 8, I called my brother bishops to Rome to seek together in the short, medium and long term paths of truth and life before an open, painful, complex wound that has not stopped bleeding for a long time. And he suggested that they invite all the faithful Holy People of God to put themselves in a state of prayer so that the Holy Spirit would give us the strength not to fall into the temptation of coiling ourselves in empty puns, in sophisticated diagnoses or in vain gestures that they did not allow us the necessary courage to face the pain caused, the face of its victims, the magnitude of events. He invited them to look to where the Holy Spirit impels us, since “to blind our eyes before our neighbors also makes us blind before God”.
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The “never again” to the culture of abuse, as well as the system of concealment that allows it to perpetuate, requires working together to generate a culture of care that permeates our ways of relating, praying, thinking, living authority; our customs and languages and our relationship with power and money. Today we know that the best word we can give in the face of the pain caused is the commitment to personal, community and social conversion that learns to listen and take special care of the most vulnerable. It is urgent, therefore, to generate spaces where the culture of abuse and concealment is not the dominant scheme; where a critical and questioning attitude with betrayal is not confused. This has to impel us as a Church to humbly seek out all the actors that shape the social reality and promote instances of dialogue and constructive confrontation in order to move towards a culture of care and protection.
Note: This is an Abuse Tracker excerpt. Click the title to view the full text of the original article. If the original article is no longer available, see our News Archive.
