Buscar justicia 30 años después

ARGENTINA
Pagina 12

Por Mariana Carbajal

Julieta Añazco es empleada municipal y vive en La Plata. Durante más de 30 años anuló en su memoria episodios dolorosos de su infancia. Hasta que un día, un año y medio atrás, al pasar frente a la iglesia Sagrado Corazón de Jesús, de la localidad bonaerense de City Bell, algo se activó en sus recuerdos y sacó del olvido los abusos sexuales que había sufrido de parte del cura Héctor Ricardo Giménez, en campamentos de verano. Desde entonces, Julieta emprendió una lucha comprometida para que el religioso, a quien encontró dando misa en la capilla de un hospital público, fuera juzgado. Del caso informó a fin de año al papa Francisco, en el Vaticano, y al mismo tiempo reclamó al Arzobispado de La Plata explicaciones sobre la protección que le brindaron al sacerdote, después de que otras víctimas, niñas y niños, también lo denunciaran por hechos similares, entre dos y tres décadas atrás. Se trata de otro caso paradigmático de abuso eclesiástico en la Argentina, que esta mujer, que ahora tiene 42 años, espera que no quede impune.

“Esta lucha comenzó por mí, tal vez, tratando de encontrar una reparación personal, una manera de intentar sanar esta herida tan grande que siento dentro de mí, pero después me fui contactando con otros sobrevivientes de abuso eclesiástico, y ellos me han dado más fuerza para seguir luchando no sólo por mí sino también por ellos”, dice Julieta a Página/12. Haber podido hacer la denuncia es parte de su sanación, subraya. “Es un camino que empecé y quiero terminar. Tengo la esperanza de que mi testimonio les allane el camino a otras víctimas, niños y niñas que como yo podrían haber sido víctimas del sacerdote”, agrega. Tiene un hijo de 22 años y un nieto de dos años.

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