Carlos Miguel Buela, depredador sexual y fundador de una orden religiosa, muere en Italia

SAN RAFAEL (ARGENTINA)
Los Ángeles Press [Ciudad de México, Mexico]

April 24, 2023

By Rodolfo Soriano-Núñez

Considerado como el “Marcial Maciel argentino”, Buela fue obligado a renunciar en dos ocasiones al liderazgo de su orden acusado de abusos sexuales. 

Religión y vida pública

Por Rodolfo Soriano-Núñez

Este lunes 24 de abril falleció en Génova, Italia, Carlos Miguel Buela, fundador del Instituto del Verbo Encarnado, una orden religiosa argentina que, a finales de los noventa, trató de ser suprimida por la Conferencia Episcopal Argentina, la máxima autoridad de la Iglesia católica en ese país.

El llamado de los obispos a cancelar esa orden fue desoído por Roma. En lugar de suprimirlos, les ofreció establecerse en una diócesis suburbicaria. Las diócesis suburbicarias están entre las más antiguas de la Iglesia y sus titulares suelen ser los más importantes cardenales de la curia romana.

Cuando Juan Pablo II desoyó la petición de los obispos argentinos, la diócesis suburbicaria en la que se instaló la orden fundada por Buela, la de Velletri-Segni, era la “iglesia titular” de Joseph Ratzinger, el entonces titular de la Congregación para la Doctrina de la Fe que, poco más de cinco años después, sería electo papa.

La posición de Ratzinger era simbólica, quien era responsable del funcionamiento cotidiano de la diócesis era el entonces obispo Andrea Maria Erba, quien debió ofrecer al IVE de Buela las condiciones para que se establecieran en esa diócesis.

La decisión de llevarse al IVE a Italia fue, por donde se le vea, una derrota para el entonces vicepresidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), Jorge Mario Bergoglio, que recién había asumido el mando de la arquidiócesis de Buenos Aires.

Los obispos argentinos sabían ya para entonces de los abusos que Buela perpetraba y que no eran sólo de orden sexual. Esa era la razón de fondo por la que, luego de diez años de investigaciones conducidas por tres distintos enviados de Roma, los obispos argentinos pedían la supresión del Instituto del Verbo Encarnado.

La petición era tan obvia y necesaria que el diario argentino La Nación publicaba, en su edición del 14 de enero de 2001, una breve nota en que daba por hecha la supresión de la orden. Dos semanas después, el 29 de enero, con alguna sorpresa, el mismo diario daba cuenta del alcance de la resistencia montada por Buela y sus aliados.

Como ocurría en otras órdenes latinoamericanas, como la mexicana Legión de Cristo, el Sodalicio de Vida Cristiana en Perú, o la chilena parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, de Fernando Karadima, además del abuso sexual, los jóvenes eran aislados de sus familias e indoctrinados con actitudes más cercanas a las de sectas que a la práctica más común del catolicismo. 

A los seminaristas de estos grupos se les prohibía tener contacto con sus familias, incluidas sus madres o sus hermanas, pues según sus fundadores el contacto con sus familiares, especialmente las mujeres, abría la puerta al deseo sexual.

La paradoja, desde luego es que Marcial Maciel, Karadima, Buela, así como los fundadores del Sodalicio en Perú, Germán Doig y Luis Fernando Figari, abusaban sexualmente de esos jóvenes a los que prohibían tener contacto con sus madres o hermanas.

Aunque los documentos que pedían la supresión del IVE fueron firmados por la inmensa mayoría de los obispos, hubo uno que no lo hizo: el entonces arzobispo de La Plata, Héctor Rubén Aguer quien, según la opinión de distintos observadores del campo de lo religioso en Argentina, sería miembro del Opus Dei.

Eso es algo difícil de esclarecer en algunos casos por razones que se han considerado en otros textos de esta serie Religión y vida pública.

Cuando Roma anunció su decisión de no suprimir al IVE también les autorizó a que sus seminaristas fueran ordenados. Durante varios años, los obispos de Argentina habían impuesto una suerte de embargo en las ordenaciones de los seminaristas de esa orden.

Cuando se supo que, en lugar de ser suprimidos, se irían a Roma, Aguer y quien sería su nuevo obispo, el italiano Erba, celebraron en la catedral de La Plata una ordenación masiva, que recordaba en todo a las que organizaba Marcial Maciel en Roma como muestra del poder de la Legión de Cristo.

La prensa de la época, daba cuenta de los detalles de las ordenaciones masivas, como en esta nota de La Nación. Primero se ordenaron a los seminaristas que accedían a la condición de diáconos y el día siguiente se ordenó a quienes ya eran diáconos y llevaban varios años en esa condición gracias al embargo impuesto por la CEA.

El único “castigo” a Buela era renunciar a la dirección de la orden y dejar su base de operaciones en el poniente de Argentina, en la diócesis de San Rafael, al pie de Los Andes. Esa diócesis se encuentra a 900 kilómetros al poniente de Buenos Aires y a 250 al oriente de Santiago, la capital de Chile. Buela se dedicó, a partir de entonces a viajar por las fundaciones de su orden.

Gracias a ello, recuperó años después, el control de la orden. Sin embargo, volvieron a surgir acusaciones de abusos en su contra y, como consecuencia de ello, fue obligado a renunciar y a recluirse en alguna de las sedes europeas de la orden. Esa es la razón por la que murió en Génova, en una de las parroquias que la orden que él fundó administra en esa ciudad de Italia.

El entonces cardenal Theodore McCarrick visitó en 2013 el seminario del IVE en Minnesota, Estados Unidos. La foto ha sido eliminada del Facebook de esa orden.

Las abominaciones

Buela fundó el IVE en la diócesis de San Rafael al huir de la abominación que él creía eran las reformas del Concilio Vaticano II. Así lo hizo saber en una carta al entonces arzobispo de Buenos Aires, Antonio Caggiano, ya desde que era seminarista, a finales de los sesenta. Gracias a esa carta, le expulsaron del seminario de Devoto y Buela debió mendigar el apoyo de algún obispo para ser ordenado.

Quien le ofreció ayuda fue el obispo de San Martín, Manuel Menéndez, quien—paradójicamente—como Caggiano y muchos otros obispos había participado en el Concilio Vaticano II.

En San Rafael, Buela se hacía cargo de su Instituto del Verbo Encarnado, pero había llegado originalmente como profesor del seminario de esa diócesis. De manera poco usual, León Kruk, entonces obispo de San Rafael le permitió a Buela cumplir una doble función.

Era formador de los miembros del IVE, al mismo tiempo que formaba a los seminaristas de esa diócesis, como lo describía el diario argentino Página 12 en un reportaje de 2007. La formación que ofrecía tanto a los miembros del IVE como a los seminaristas de San Rafael era, sin embargo, sectaria.

Tan sectaria que, en 2020, en medio de los peores efectos de la pandemia, varios de los sacerdotes que eran profesores en ese establecimiento se negaron a acatar las instrucciones que Roma había emitido para evitar los contagios por coronavirus durante la comunión.

Esas instrucciones no planteaban mayor problema en comunidades católicas en las que se había abandonado ya desde los setenta, luego del Concilio Vaticano II, la práctica de recibir la comunión en la boca, de manos del sacerdote.

Sin embargo, sí lo era para quienes, enardecidos con esos cambios, ven en el recibir la comunión en la mano, para reducir al máximo un posible contagio, una abominación; un cambio tan radical que los lleva a considerar herejes a quienes lo promueven.

Eso incluía, desde luego al primer papa argentino, que aunque no logró que sus predecesores en Roma suprimieran al IVE en 1999 sí clausuró en 2020, al menos de manera temporal, el seminario de San Rafael.

Un poco después, en 2022, aceptaba la renuncia adelantada (¡ocho años antes!) del obispo de esa diócesis, Eduardo María Taussig y llamaba a distinguir entre la tradición y el tradicionalismo, entre el respeto sincero a las tradiciones y la rigidez, lo que el papa suele llamar el indietrismo.

Con ese italianismo Francisco suele describir a quienes creen que “todo tiempo pasado fue mejor”. Esa era una de las características con las que se podría describir el pensamiento, la teología de Buela.  

No en balde, el conflicto en el seminario de San Rafael lo promovieron los discípulos y compañeros de Buela que seguían difundiendo muchas de sus críticas al Concilio Vaticano II. Esas críticas se “cocinan” en un aderezo de teorías de conspiración que suelen presentar a los papas Juan XXIII y, sobre todo, a Pablo VI, como enemigos de la Iglesia.

Buela y McCarrick

Otro aspecto en el que Francisco pudo hacer lo que Bergoglio no obtuvo de Juan Pablo II y Benedicto XVI fue cuando facilitó la publicación de un detallado reporte elaborado por la Secretaría de Estado de la Santa Sede que da cuenta de los abusos perpetrados por el ahora excardenal Theodore McCarrick.

El reporte, disponible en inglés aquí también describió, aunque fuera de manera parcial, algunos de los aspectos de la relación que habían trabado Buela y McCarrick, dos de los depredadores clave para entender la actual crisis de abusos.

Era una relación tan cercana la del entonces cardenal McCarrick y Buela, que McCarrick recibió al IVE en la arquidiócesis de Washington, DC. En las páginas 200 y 201 del reporte ya citado se detalla, por ejemplo, la manera en que en la última residencia de McCarrick, primero como arzobispo titular y luego como emérito de la capital de EU, contaba con el apoyo de al menos tres seminaristas del IVE. Ellos fungían como choferes, secretarios y asistentes.

También da cuenta de la manera en McCarrick, además, habría viajado por lo menos en una ocasión a Argentina en 2004 para ordenar allá a seminaristas del IVE. 

En otra porción del reporte da cuenta de la manera en que McCarrick apoyaba en declaraciones a los medios de comunicación al IVE de Buela. Ello ocurría a pesar de que Buela había sido forzado a renunciar en dos ocasiones a la dirección del IVE, primero por Juan Pablo II, en el marco de la crisis que casi llevó a su supresión y luego por Benedicto XVI.

Gracias a otras fuentes se sabe, por ejemplo, que McCarrick solía visitar las fundaciones del IVE. Lo hizo en San Rafael, Argentina, donde a pesar de la salida a la crisis en 2001 mantuvieron su presencia, así como a fundaciones en Estados Unidos y en naciones europeas de esa orden, según lo documenta este reportaje de la prensa local argentina

Lamentablemente, como con las víctimas de Maciel, Karadima, Doig y Figari y otros depredadores sexuales en el clero latinoamericano, las posibilidades de que la justicia argentina pudiera llegar a llamar a cuentas al IVE son prácticamente nulas. Más ahora que Buela ha muerto.

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