ACÓLITO ABUSADO SEXUALMENTE NARRA LAS EXPERIENCIAS QUE VIVIÓ

MéRIDA (MEXICO)
Tribuna Campeche [San Francisco de Campeche, Campeche, Mexico]

July 2, 2015

By Tribuna

Quisiera contar mi vivencia en la Iglesia Católica Apostólica y Romana en el Estado de Campeche: los delitos de violación en contra de mí  y varios acólitos de la parroquia Divina Providencia.

Mi nombre es Luis Felipe Izquierdo Cundafé, de nacionalidad mexicana, nacido en el Estado de Tabasco. Actualmente  soy sacerdote de la iglesia Veterocatólica, a cargo de una misión en Chile.

Para mí es difícil contar todo lo sucedido en Campeche, ya que sé perfectamente que recibiré apoyo de muchas personas. Muchos me juzgarán y dirán cosas, como que soy el demonio o cosas más, pero en estos momentos es lo que menos me importa. Lo único que quiero es que estas dos personas paguen por el daño que me causaron a mí y a otras personas, por eso me armo de valor y fuerza para contar mi historia y mandarla a los medios de comunicación.

En el 2007 conocí al padre Martín Mena Carrillo, que en ese tiempo era párroco de la Divina Providencia. Yo llegué con un grupo de misioneros Servidores de la Palabra que nos formábamos en Mérida, Yucatán. Fue cuando conocí al padre Martín,  en ese tiempo de misión, yo equivocadamente me salí de los misioneros Servidores de la Palabra para entrar al Seminario de Campeche, donde el padre Martín me ofreció su apoyo. Hasta ahora sigo arrepentido de haberme salido de la congregación que me enseñó mucho.

Cuando llegué a la parroquia, el padre Martín Mena Carrillo me recibió muy bien, con mucho cariño y respeto. Él me dio mucha confianza. En ese tiempo yo tenía 16 años, fue un agosto y en septiembre cumpliría 17.  Al segundo día me llevó de compras a un centro comercial en Ciudad del Carmen. Lo primero que me llevó a comprar fue ropa interior y me preguntó de qué talla eres, y se puso a escoger los boxers. Éste te queda o es muy grande, yo lo tomé a broma. Los primeros meses me compraba cosas, me dio muchos cargos como para ganarse mi confianza, y pues así sucedió.

Hasta que un día me comenzó a mandar mensajes a mi celular con palabras en doble sentido  y pues, como él ya se había ganado el cariño mío y respeto, yo me reía y él me dijo Felipe ven a mi cuarto, ya que yo estaba a tres cuartos, y pues fui a su cuarto. Un cuarto muy lujoso con muchos perros de porcelana que tenía, aparte de varios perros que tenía en jaulas en su patio. Hasta tucanes tenía.

El cuarto me gustó mucho, tenía muchas cosas bonitas y de gran valor. A todo eso no le tomé mucha importancia. El padre Martín me invitó un poco de licor en un vaso, y pues tomé eso. Era la primera vez que yo tomaba licor y pues ahí empezó mi martirio. Después me comenzó a tocar mi parte íntima con sus manos y a besar. Primero me dio asco pero recuerdo estas palabras: Desde la primera vez que te vi me gustaste mucho, por eso te estoy ayudando a entrar en el seminario. Todos pasamos por esto, y pues esa noche el padre me violó, haciéndome sexo oral. Recuerdo que me fui a mi cuarto, me acosté en mi cama y lloré. Quería irme de esa casa que estaba en el tercer piso de la iglesia.

Al día siguiente,el ya mencionado me llevó a Campeche a la casa de su mamá, una señora muy amable. Ahí conocí a casi todo su familia, hasta primo me decían sus sobrinos. Así pasó el tiempo. Yo pensaba que era normal todo eso, tenía mucho miedo de hablar, de lo que diría mi familia cuando yo le contara, y el miedo de que no me creyeran. No fue una sola vez, sino varias veces que me invitaba a fumar cigarros y tomar. A veces él me ponía con otros a contar el dinero de la colecta del mes, que era mucho, hasta 50 mil pesos mensuales en temporadas bajas,y en altas hasta 100 mil pesos.

Un día me llevó a Campeche, ya que no lo acompañó el joven que siempre estaba con él, hasta compartía cuarto con él, habiendo muchos desocupados.  Ese día me llevó de nuevo a casa de su mama, una casa muy bonita. Después me llevó a la parroquia, que no recuerdo su nombre, pero era en Campeche, donde estaba el padre Francisco Velázquez Trejo. Lo primero que preguntó él fue, con estas palabras: ¿Martííínnnnn, es de confianza? y él dijo sí, y nos pasó a un comedor.

Para pasar al comedor tuvimos que pasar por su cuarto privado. Él nos preguntó si queríamos comer, yo dije que sí, y me dio una hamburguesa. Después de la comida nos invitó licor de los finos y caros. El padre Francisco ya estaba un poco con alcohol, bueno los dos padres, ya que yo sólo llevaba un vaso. El padre Francisco o “El Bimbo”, como le decía el padre Martín, dijo estas palabras: Martín ten cuidado con el tabasqueño, dicen que cuando se enojan sacan su machete, ¡mmmmm son bravos los tabasqueños! Y con una mirada muy femenina, mirándome agarró mi mano derecha y me dijo: tú no eres así ¿verdad? Tomaron mucho mientras el padre Francisco ponía música de Juan Gabriel y se ponía a cantar creyéndose el Divo de Juárez. El padre Francisco dijo: Martííínnnn yo quiero uno igualito al tabasqueño, y Martín se me quedó viendo.

AFLORAN LOS CELOS

Cuando estábamos a punto de dormir, Martín me dijo: Me puse celoso de cómo El Bimbo te miraba. ¡Cuidadito! Esa noche nada pasó. Al día siguiente fuimos a la parroquia donde él estaba a cargo. Me dio muchos privilegios, como predicar en misa de domingo, ser encargado espiritual de los grupos juveniles, donde él tenía mucha relación y era muy querido por todos en la isla, por su trabajo, pero no sabían que tenía otra cara.

Un día llegó el padre Francisco a la parroquia. Estábamos contando el dinero de las colectas del mes con un acólito que en ese entonces tenía 13 años, otra persona de su confianza de donde él había sido párroco en años anteriores. Pasamos todos al comedor y nos sirvieron licor a todos, hasta al acólito, que era más chico que yo, y pues todos terminamos ebrios. Me fui a mi cuarto y estaba platicando con el acólito, cuando le llegó un mensaje de texto. Me dijo: me habla Martín, ahorita vengo, y tardó casi 3 horas en el cuarto del padre.

Minutos después el padre Francisco me llamó al cuarto donde estaba, que era el cuarto del obispo cuando llegaba a Ciudad del Carmen. Me invitó a pasar y me dio otro vaso de licor. Me dijo: ya sé que tú eres el picador de Martín ¡mmmmm! déjame probar. Me hizo sexo oral y me obligó a que lo penetrara. Yo me fui a mi cuarto muy asustado de que Martín me viera. Poco después el acólito regresó. No puedo mencionar su nombre porque está sufriendo por todo esto, y hasta ha llegado a pensar en matar al padre Martín.

Yo le pregunté: ¿qué tienes? Estaba triste y con los ojos como si hubiera llorado. Nada, me dijo. Así pasó el tiempo. Un día llegó el acólito a la parroquia a quedarse una semana. El padre Martín se lo llevó tres días a Campeche, quedándome yo a cargo de la parroquia. Cuando volvieron yo notaba al acólito rarísimo. Salí a visitar un sector de la parroquia, y cuando llegué lo encontré en su cuarto con el padre Martín. Él estaba como rogándole al acólito, enseñándole una cámara, como diciéndole que se la daría, pero que no dijera nada. Cuando me vio se puso nervioso. Les pregunté: ¿cómo les fue en su viaje? y Martin rápido me contestó: muy bien, nos quedamos en la casa parroquial de Champotón.

Yo noté raro al acólito. Como triste. Cuando llegó la noche y Martín se fue a su cuarto, yo me acerqué al acólito y le pregunté ¿qué te sucede, te hizo algo el padre? Y se puso a llorar, me abrazó y me contó que el padre Martín lo emborrachó y le hizo sexo oral, que nunca se quedaron en Champotón, sino que fueron a una playa en Isla Aguada, y que cuando estaban bañándose el padre le dijo ¡mmm es rico chuparlo debajo del agua! y que él lo empujó y salió del agua. Así entendí porqué el padre Martín le estaba regalando la cámara.

Me enojé mucho. Creo que hasta celoso me puse. Cuando el acólito se fue a su casa, el padre me notó distante de él y me preguntó ¿y tú que tienes? y le dije lo que el acólito me dijo. Él me contestó esto: Sí, es verdad, pero no fue así, sino que él sacó su pene de su pantalón y me dijo: mira lo tengo más grande que tú, y pues tú sabes, el hombre es débil.

AL SEMINARIO EN CALKINÍ

Días después platiqué con un psicólogo amigo que daba charlas en la parroquia, y le conté todo pero con diferentes nombres. Después este psicólogo se lo platicó al padre Martín, que me llamó y me dijo: Sabes el psicólogo me quiso sacar la verdad pero yo se lo negué, y me dijo que eres bueno y fiel. Yo por dentro lo odiaba. Así pasó el tiempo, hasta que entré al Seminario Santa María de Guadalupe, en Calkiní, Campeche. El padre me fue a dejar, porque éramos cinco jóvenes que entrábamos al seminario de la parroquia, y me decía, conocerás a un paisano tuyo, el padre Leobardo Castillo, él es de Tabasco. Cuidadito con él, me dijo.

Así pasó el tiempo en el seminario. El padre Martín varias veces me sacó para apoyarlo en diferentes actividades, ya que poco después lo cambiaron a la parroquia de San Francisco de Asís, en Hecelchakán, Campeche. En diciembre del 2008 fui a mi casa a pasar el 24 con mi familia y el 31 a la parroquia del padre Martín. Ese día llegó su familia y sobrinos. Después de las doce de la noche sacó varias botellas de licor, habíamos varios jóvenes, principalmente de la comunidad. Comenzamos a tomar todos, menos él. Jugábamos a tomar caballitos uno por uno y al primero que caía borracho el padre Martín lo iba a acostar. A un joven de esa comunidad, que su nombre comenzaba con M, lo llevó a su cuarto. Cuando amaneció fui al baño, pero estaba ocupado, así que fui al del cuarto del padre Martín. Él no estaba, pero el joven seguía en la hamaca donde dormía el padre, sin camisa y con los pantalones desabrochados, bien borracho. Yo me imaginé lo que había pasado con él, ya que conocía al padre.

Regresé al seminario. Un día el padre Leo me dijo ¡qué labios más carnosos! Hoy andas muy guapo, te seguirán las catequistas, mejor no vayas. Yo me reí. Se lo conté al padre Martín y me dijo: Me muero de celos con ese Leo. Poco después fui a mi casa, pues pedí cinco días. Fue el primero de febrero del 2009, yo ya andaba muy mal emocionalmente y fui con mis abuelitos, que son como mis papás. Yo a mi abuelita le conté algo de lo que me pasaba, pero no completo. Quedamos en platicar al día siguiente, pero ese día nunca llegó. El 5 de febrero falleció de un paro respiratorio. Ella no estaba enferma, fue algo muy fuerte para mí.

El párroco de San Cristóbal, en Tabasco, me apoyó mucho en lo de la muerte de mi abuelita. En la madrugada le hablé al padre Martín y al padre Leo para darles la mala noticia. Martín me dijo: Ánimo hijito. Llegué a quererlo como un padre. Cuando regresé al seminario, mis compañeros me dieron su apoyo con abrazos. Mi cabeza daba vueltas, yo estaba mal por lo de mi abuelita, echándome la culpa que yo la había preocupado contándole cosas de lo sucedido, hasta que una noche me tomé un montón de pastillas porque quería morirme.

SALVADO DE AHORCARSE

No recuerdo nada, sólo que desperté con un montón de aparatos, mareado como borracho. Recuerdo que había un seminarista cuidando y que cuando desperté salió en busca del padre Leo. Llegó y me dijo:  Te llevaremos a la parroquia del padre Martín, el pidió cuidarte. Ahí me tuvo tomando un medicamento que era como una droga, con la que permanecí durmiendo no sé por cuantos días. Le dije que ya no quería tomar esas pastillas, que por favor no me la diera y no me las siguió dando. Un día que estaba en cama, él me dijo: yo te bañaba ¡mmmm! me pedias más y más.

La verdad yo no recordaba nada por esas pastillas que me daban, no sé cómo se llamaban, pero al día siguiente intenté ahorcarme en una habitación de la parroquia por lo que me había dicho. Gracias a la cocinera que me vio y salió corriendo a buscar al padre. Él habló conmigo. Asustado me puso la unción de los enfermos. Le dije: No quiero estar aquí, me quiero ir a mi casa. Él habló con mis tíos para que me fueran a buscar, ya que ellos no sabían que yo estaba enfermo.

A la semana mis tíos viajaron a Campeche, y el padre habló con ellos en su lujoso cuarto. Uno de mis tíos me dijo: Ese cuarto parece hotel, por lo lujoso que era. Antes de irme, el padre me dio muchos regalos y dinero. Así salí de ese lugar. Poco tiempo después Martín me habló y me dijo regresa. El obispo Ramón Castro Castro me habló también. Me invitaron de nuevo. Regresé de nuevo a Campeche a finales del año 2009 para seguir estudiando y de nuevo me mandaron con el padre Martín.

Yo era muy distante con él. Dinero nunca me faltó, eso sí. Pero veía como llegaban seminaristas amigos míos y se quedaban a dormir con él en su cuarto. Diferentes jóvenes, de diferentes edades y lugares de Campeche. Un día ya no aguanté más y hablé por teléfono con el obispo, y me citó a su oficina en Campeche. A Martín no le dije nada. Él sabía que llegaba con una psicóloga al Seminario de Campeche. Tenía miedo y estaba nervioso cuando hablé con el obispo Ramón Castro Castro. Le conté todo, él lo escribió en su computadora y me hizo firmar el papel donde anotó lo sucedido, uno parecido a éste mismo.

Me dijo: Dame unos días para que te cambie de parroquia, y el 12 de diciembre me llamó y me dijo: Te vas mañana mismo a la parroquia de San Luis Obispo, en Calkiní, con el padre José Luis. Al día siguiente me fui de la parroquia. Un grupo de acólitos me fue a dejar, pero ya Martín andaba nervioso y poco después me habló y me dijo: ¿Qué hiciste? ¡Yo te di todo! Luego me hablaba con amenazas y pues me dio miedo, ya que él, para destruir a una persona, era peligroso por el poder que tenía. Yo vi como destruyó a un amigo mío y compañero de seminario, hasta con su familia habló. Yo escuchaba todo desde mi cuarto. Pobre amigo, se había enfrentado a este sacerdote romano con poder.

OBISPO NO LE CREYÓ

Poco después el obispo me mandó a hablar de nuevo y me dijo: Hablé con el padre Martín, y me dijo que es mentira lo que tú dices. Le dije: sólo trata de defenderse, a esto es a lo que yo le tenía miedo, ya estoy cansado de todo esto, me voy a mi casa. Me dijo que era lo mejor. Me dio cierta cantidad de dinero. Yo sabía que era mucho, como para que me quedara callado, y el padre Francisco igual me dio bastante dinero. Lo recibí y me fui a mi casa con un carro nuevo.

Después de una semana al padre Martín lo cambiaron de parroquia con el pretexto de que iba a estudiar, pero yo sabía que se iba castigado por el obispo. No tenía ni un año de estar en esa parroquia y lo quitaron. El padre Martín dijo a mucha gente de la parroquia que era mi culpa lo de su cambio. Me enteré de todo por amigos que tengo. Así tardó varios meses hasta que lo premiaron haciéndolo rector del santuario de San Román. Era como un premio que el obispo Castro Castro le había hecho.

Sinceramente en tres ocasiones más intenté matarme en mi casa, sin resultado. Por estos señores me fui y estudié en Xalapa, Veracruz, una licenciatura, y la terminé. Después entré a la iglesia Veterocatólica, ya que aquí los sacerdotes son casados, y después viajé a Chile en el 2013. Escribí una carta parecida a ésta al cardenal Norberto Rivera Carrera, al nuncio apostólico, al arzobispo de Yucatán  y al obispo de Tabasco. Ninguno de ellos me dio respuesta, sólo uno a quien no le envié la carta: el obispo Ramón Castro Castro, ahora obispo de Cuernavaca.

CON ESTO ME PAGAS

Él me contestó diciendo ¿por qué mandaste esa carta a varios obispos? Yo te ayudé, te escuché, ¡y con esto me pagas! Aparte te cambiaste de religión sin saber que los Veterocatólicos  son de la misma línea, pero no iguales. Yo le contesté: Hablé con usted y no me escuchó. Me dijo: Sí te escuché, pero Martín no aceptó su culpa, ¿qué querías que hiciera? y me reprochó que me dio dinero. Me sugirió: sabes, ya no soy obispo de Campeche, habla con el obispo Francisco González, él sabrá qué hacer.

Sinceramente mejor ya no hablé con el obispo de Campeche. Lo único que hace unos días hice públicos los delitos contra mi persona, de violación de los padres Martín Mena Carrillo y Francisco Velázquez Trejo por Facebook, en un mensaje privado. Hace un mes mandé una carta a Roma para el Papa Francisco, contándole lo sufrido junto con otros dos amigos que vivieron la misma experiencia, y hasta ahora no tenemos respuesta del Vaticano.

Todos ellos forman una mafia de poder, quieren tener todo callado y oculto, pero hoy alzo la voz porque ya no puedo estar callado a todo esto. Quién sabe a cuántos más les hicieron daño. Yo les digo a esas víctimas que alcen la voz, que no tengan miedo, porque la verdad nos hará libres. Este es mi testimonio de lo vivido en la Iglesia Católica de Campeche. El poder y el dinero corrompen al clero. Yo sé que me atacarán, pero no les tengo miedo, porque el Señor está conmigo.

Doy fe de que todo lo que está escrito en esta carta es la verdad y nada más que la verdad.

Atentamente

Pbro. Luis Felipe Izquierdo Cundafé

Escrito en la ciudad de Puerto Montt, Chile, el 30 de junio del 2015.

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